Durante muchos años, se ha utilizado la nutrición para realzar la salud de nuestra piel, cabello y uñas, y promover el cuidado de nuestro cuerpo físico.
Nuestra piel se somete a diferentes riesgos en cada estación del año. En verano, tiene el riesgo de ser quemada por el sol, de estar sobre expuesta a los rayos ultravioleta (UV), de ser deshidratada, de ser picada por insectos, de alergias cutáneas, de hongos, de melasma, de desarrollar acné, ... Todos estos estresores pueden desencadenar en un envejecimiento precoz de la piel, que se caracteriza por la formación de arrugas, despigmentación, pérdida de elasticidad y firmeza, lo que acaba en laxitud y flacidez.
No podemos modificar nuestra genética, pero sí seguir hábitos fotoprotectores de la piel
El proceso de envejecimiento de la piel es, de hecho, un proceso fisiológico influenciado por la genética y otros factores como son los ambientales, la radiación UV, el tabaquismo, la contaminación y la mala nutrición. De esta forma, el interés científico en este campo ha ido creciendo en los últimos años. Diferentes investigaciones relacionan la nutrición y la salud de la piel, afirmando que las modificaciones dietéticas tienen efectos fotoprotectores y posiblemente están involucradas en los mecanismos de cuidado o envejecimiento de la piel.