Reducir el consumo de grasas saturadas, de azúcares y de sal se ha convertido en una de las recomendaciones dietéticas con más consenso del mundo de la nutrición de los últimos años. En el caso concreto de la sal, por su clara vinculación con las enfermedades cardiovasculares y la hipertensión, dos problemas de salud crónicos muy presentes en las sociedades occidentales.
¿Significa eso que debemos comer sin sal de manera indiscriminada? No, en absoluto. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un consumo diario de unos 2 gramos de sal.
Beneficios de la sal
La sal representa la principal fuente de sodio y de yodo de nuestra dieta. En el caso del sodio, hasta el 40% de su composición se debe a este mineral esencial, importante para controlar la presión arterial y el volumen sanguíneo, así como la relajación muscular.
Unos valores de sodio en sangre menores a 135 mmol/L pueden provocarnos mareos, náuseas, vómitos, rampas, alteraciones visuales o dolor de cabeza. Por eso es importante asegurarnos una correcta ingesta diaria.
Por su parte, el yodo también es necesario para que la glándula tiroides produzca hormonas tiroideas y funcione con normalidad, además de tener un papel esencial en el embarazo y la lactancia.
Así pues, su consumo es imprescindible, aunque siempre en cantidades adecuadas. Es decir, pequeñas.
Por qué comemos demasiada sal
Si se trata de un condimento alimentario con efectos beneficiosos para nuestra salud, ¿por qué se nos recomienda reducir su consumo? La respuesta depende del tipo de dieta que sigamos y de si se trata de una pauta alimentaria más o menos industrializada.
El exceso de sal proviene de un consumo abusivo de productos ultra procesados
Es muy importante tener en cuenta que el exceso de sal proviene, en la gran mayoría de los casos, de la toma de alimentos ultra procesados, que aportarían hasta el 75% del sodio ingerido para las personas que los consumen a diario, según el Manifiesto Por un consumo responsable de la sal de DKV, abalado por el nutricionista Carlos Ríos.
Por tanto, si tus comidas están basadas en productos enlatados, plastificados, precocinados, etc. lo más probable es que estés ingiriendo demasiada y sea más recomendable que optes por las alternativas “bajas en sal” (aunque siempre sería mucho más aconsejable naturalizar tu forma de comer y mejorar así tu alimentación).
Si comes sano, debes seguir añadiendo sodio y sales minerales a tus platos
Sin embargo, si tu dieta es saludable y está formada esencialmente por comida real y productos frescos y naturales, deberás seguir incorporando sal a tus platos y preparaciones, ya sea en una versión más clásica o en alguna otra como las que te mostramos a continuación.
Opciones para salar naturalmente los platos
Ha quedado claro que debemos consumirla a diario. Aunque no todas nos valdrán. De entrada, puedes empezar descartando la sal refinada y optar por la más natural que, además, te aportará otros minerales interesantes como el silicio o el fósforo.
Sin embargo, no todo acaba con este condimento tan clásico de nuestra cocina si lo que queremos es aportar sodio y minerales a nuestros platos, pero también resaltar el sabor de los alimentos. Estos son los más recomendables: