En tiempos de real food, sabemos que comer saludable no pasa por quedarnos tranquilos comprando aquellos alimentos que la publicidad nos vende como casi mágicos. Especialmente cuando hablamos de productos dirigidos a los niños, en los que se calcula que cerca del 80% de los anuncios publicitan productos malsanos que deberíamos evitar a toda costa o, al menos, hacerlos la excepción y no la norma.
Fiarnos poco de los anuncios puede ser el primer paso para mejorar nuestra alimentación, así como intentar seguir la regla básica de priorizar los productos frescos, locales y de temporada, e huir de los ultra procesados y cargados de aditivos poco recomendables que inundan las estanterías de supermercados.
Así, siempre que podamos, los nutricionistas recomiendan comer comida de verdad en vez de productos precocinados con etiquetas que contengan una lista interminable de ingredientes que no podemos ni pronunciar. Recuerda que las verduras frescas, la fruta, las legumbres, las proteínas de origen animal de calidad, los cereales integrales, los frutos secos y las semillas deberían ser la verdadera base de nuestra alimentación (con variantes en función de si sigues algún tipo de restricción alimentaria por motivos de salud o por cualquier otra preferencia).
De todas formas, vamos a ver, punto a punto, dónde tenemos que poner más atención cuando leemos la etiqueta de un producto alimentario.