En el momento de sentarse a comer, no sólo hay que tener en cuenta un equilibrio de los alimentos y sus propiedades, sino también de sus colores. Y es que el propio tinte de cada alimento puede decirnos mucho más de lo que pensamos sobre sus propiedades y beneficios.
Consumir una dieta rica en colores es un claro indicador de variedad, por lo que cuantos más tonos pongamos en nuestros platos mejor será nuestra alimentación. Los pigmentos naturales de los alimentos provienen de compuestos de su composición. Así, la lechuga es verde porque tiene clorofila y la carne es roja porque contiene mioglobina, mientras que el café es negro porque incluye fenoles.
¿Para qué es bueno cada color?
- Alimentos anaranjados: la naranja o el pomelo ayudan a reducir el riesgo de malformaciones fetales, a tener una piel más sana y mejor visión. Además refuerzan el sistema inmunitario y protegen el organismo.
- Rojos: las fresas o los arándanos colaboran en mejorar la salud cardiovascular, en mantener una excelente memoria y disminuir el riesgo de padecer enfermedades del sistema urinario.
- Verdes: muchas verduras reducen el riesgo de malformaciones, mantienen una buena salud hepática y arterial, conservan los huesos y los dientes fuertes y protegen ante algunos tipos de cáncer.
- Violetas: las moras, por ejemplo, mantienen la salud del tracto urinario, preservan la memoria y combaten el envejecimiento.
- Blancos: disminuyen la presión arterial, previenen la diabetes tipo 2 y reducen los niveles de colesterol.