Liberar millones de insectos en los invernaderos solares potencia la calidad de las frutas y las hortalizas. Partiendo de esta premisa y desde principio del mes de octubre, alrededor de 30.000 millones de minúsculos insectos recorren los invernaderos del sur de Andalucía, según datos del programa ‘CuteSolar: cultivando el sabor de Europa en los invernaderos solares’.
¿La razón? Combatir a las plagas que afectan a los principales cultivos de invierno (pimiento, tomate, berenjena, pepino y calabacín) polinizando las flores y actuando como insectos depredadores. Esta práctica, denominada Control Biológico o “revolución verde”, permite dejar de usar plaguicidas químicos y, por tanto, apuesta por la sostenibilidad y el respeto por el medioambiente. Una nueva técnica agrícola que marca una diferencia fundamental con el resto de técnicas usadas en España y el mundo.
Estas plagas controladas ocupan 25.000 de las 31.500 hectáreas de cultivo de invernaderos existentes en esa zona, lo que supone el 80% de la superficie total invernada y la convierte en la mayor área de cultivos del mundo que emplea esta técnica. Concretamente, esta zona productiva abastece al 50% de los mercados europeos y al 47% del mercado interno. En total, estos invernaderos solares proporcionan alimentos saludables a 500 millones de europeos.
Hortalizas sostenibles
¿El resultado? Hortalizas más sanas y sostenibles, algo que se corresponde con lo que busca el nuevo consumidor: el 79% de los usuarios está cambiando sus preferencias de compra basándose en estándares de sostenibilidad.
La hortaliza en la que más se utiliza esta técnica es el pimiento: la cuota de control biológico en esa hortaliza alcanzará esta temporada el 99% de la superficie. Para el resto de productos superará el 60% de media, a excepción del calabacín: concretamente, el 73% en el caso de la berenjena, el 70% en el del pepino, el 60% en el del tomate y el 16% en el cultivo de calabacín.
Jan van der Blom (responsable del departamento de Agroecología de APROA), explica la importancia de esta técnica: “el empleo de control biológico de plagas se presenta como una herramienta competitiva hacia sistemas productivos sostenibles, que influyen positivamente en la calidad de la producción y responden a las demandas del consumidor”.
Para lograr los resultados esperados se combinan dos técnicas: la del control biológico, que consiste en la suelta de estos insectos depredadores, y la de la producción integrada, que consiste en distintas estrategias de protección contra plagas invasoras como el uso de barreras físicas o trampas para insectos.
"Hoteles" para insectos
Tras observar los buenos resultados de esta técnica, ya se está trabajando en un siguiente escalón: la creación de entomohoteles, que consisten en la implantación de setos perimetrales de flora autóctona alrededor de los invernaderos y de construcción de refugios para los insectos beneficiosos.
Con ello se persiguen dos objetivos: por un lado, disminuir la introducción de plagas en el interior de las fincas; y por otro, mitigar el impacto visual que causan los plásticos de este tipo de instalaciones.