Según datos de la Asociación Americana del Corazón, la sal ha sido la causa de 2,3 millones de muertes en todo el mundo. Compuesta por un 60% de cloro y un 40% de sodio, su exceso puede causar principalmente un aumento de la presión arterial por culpa del sodio y esto puede comportar tanto un desarrollo de patologías cardíacas como de accidentes cerebrovasculares. Regulando su consumo, prevenimos el cáncer gastroesofágico, reducimos la masa del corazón y conservamos los huesos fuertes.
En su justa medida, el sodio tiene ventajas: previene los calambres musculares e incentiva la absorción de nutrientes. También promueve el mantenimiento de la libido y la transmisión de los impulsos nerviosos.
Si bien regular la ingesta por nosotros mismos cuando cocinamos es fácil, el descontrol llega cuando hablamos de productos procesados: el 80% del sodio que consumimos procede de ellos. Un estudio del 2014 de la OCU analizó que la sal en el pan se había incrementado un 16% desde 2006, por ejemplo. En este tipo de productos, la presencia en exceso de sodio no es sólo una cuestión de sabor sino que se emplea como conservante. Así que, además de regular la sal que añadamos a nuestras recetas, debemos mirar siempre que en la etiqueta de los productos que compremos la cantidad de sodio no pase del 5%.
Por cada 100g, calculamos con la ayuda de la Calculadora del Club del Hipertenso el contenido en sodio de 10 alimentos que también pueden comportar un exceso de sodio aunque en apariencia no lo parezca:
- Champiñones en conserva: 659 mg
- Paté: 738 mg
- Cereales de desayuno: 800 mg
- Espárrago de lata: 990 mg
- Pizza romana congelada: 924 mg
- Pisto de verduras congelado: 930 mg
- Queso de burgos: 1200 mg
- Pepinillos en vinagre en conserva: 1848 mg
- Salmón Ahumado: 1880 mg
- Salsa de soja: 5720 mg