Las especias y hierbas aromáticas han sido utilizadas desde la antigüedad para conservar los alimentos, es el caso de la canela, el clavo o la cúrcuma. Esta función está muy relacionada con el hecho de que las especias pueden disimular el mal sabor u olor de las comidas. Algo que ocurre especialmente en los lugares cálidos, donde el calor propicia la descomposición, causa principal de los malos olores.
No es gratuito que las especias picantes se utilicen abundantemente en lugares cálidos ya que sus calidades nutritivas favorecen la sudoración y la evaporación del sudor consiguiendo así que el organismo se refresque. Sin embargo estas mismas especias se utilizan en lugares fríos para proporcionar calor interior. Además, la comida picante tiene un elevado número de nutrientes como el calcio y las vitaminas A y C. Por otro lado está demostrado que el chile puede reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, ayuda a prevenir la diabetes y acelera el metabolismo.
El picante también puede tener un valor de apoyo terapéutico, por ejemplo ante los resfriados. Es capaz de limpiar los pulmones de mucosidades, mejora la actividad digestiva y ayuda a eliminar el gas de los intestinos. Además de estas propiedades, los condimentos picantes pueden ser incluidos en dietas para el control del peso, debido a que actúan en el metabolismo de las grasas aumentando el gasto energético.