Uno de los cambios que más a menudo experimentamos con la subida de temperaturas es la disminución del apetito. Aunque los ancianos y los niños son los dos grupos de población que más afectados se ven por ello, es totalmente normal que cualquier persona se sienta más desganada durante los meses de verano. ¿Por qué?
El motivo es que, con el calor, nuestro cuerpo no necesita tanta energía para regular su temperatura, justamente al contrario de lo que ocurre en invierno: cuando la temperatura exterior es baja, nuestro organismo nos demanda un extra de energía para producir la termogénesis o aumento de la temperatura corporal y poder mantenerse así en los rangos adecuados. Una energía que, por supuesto, proviene de los alimentos que ingerimos y que, preferiblemente, deben ser de naturaleza caliente para propiciar este proceso.
Y es que, a diferencia de lo que pasa al exterior, nuestra temperatura interior se mantiene relativamente estable a lo largo del año, de manera que el choque con el frío o el calor externo puede suponer un desafío para nuestro organismo, que sigue velando siempre para mantener los valores internos adecuados y estables. Este es la razón por la cual determinadas culturas muy expuestas al calor siguen tomando té caliente, aunque a nosotros nos resulte contradictorio.
En resumen:
De la misma manera que echamos más leña al fuego para mantener viva la llama, nuestro cuerpo nos pide más o menos “combustible” en forma de alimentos
Es por eso que la relación entre lo que marcan los termómetros externos y nuestro apetito es tan estrecha durante todo el año.

¿Debo comer si no tengo hambre?
No. Pero debes asegurarte que todos los alimentos que ingieras sean saludables, nutritivos y saciantes, y que no te falte hidratación. Uno de los errores más típicos que solemos cometer durante las vacaciones es intentar contrarrestar el calor con productos muy fríos como los helados, los refrescos y el alcohol que, si bien nos dan una sensación de alivio momentáneo, no representan una opción real para rebajar la sensación de bochorno. Al contrario: se trata de productos cargados de azúcares y con poco valor nutricional, que nos deshidratan y que, por tanto, nos producen más sed, justamente en un momento en el que nuestras necesidades de hidratación son más elevadas puesto que con el sudor perdemos más minerales.
De hecho, aunque es cierto que debemos priorizar alimentos y preparaciones frescas y crudas, no conviene comer ni beber muy frío ya que, de hacerlo, estaremos pidiéndoles a nuestros órganos digestivos más esfuerzo para calentar estos alimentos y poder realizar el proceso de digestión de manera óptima. Así pues, ¿qué comer y cómo hacerlo cuando hace calor?

Cómo comer y beber en verano
Como explicábamos en el artículo “Qué comer en julio y agosto”, es importante que durante los meses más calurosos del año colaboremos con las nuevas necesidades de nuestro organismo y no demos vacaciones a nuestros hábitos saludables. La parada estival sigue siendo un momento ideal para cuidarnos y evitar así situaciones típicas y desagradables como el estreñimiento vacacional, las indigestiones o la subida de peso.
Eso significa transicionar hacia una alimentación de naturaleza más fresca, pero muy nutritiva, en la que abunden los vegetales y las verduras y frutas de temporada. Aquí tienes unas cuantas ideas:
- Come una ensalada variada cada día e introduce más crudos en tu dieta: es la época perfecta para las cremas crudiveganas como el gazpacho y sus múltiples versiones refrescantes y cargadas de vitaminas, de antioxidantes, de fibra y de agua
- Come las frutas enteras en vez de beberlas en zumo. Otra opción son los batidos o smoothies que, al mantener la fibra de la fruta, son saciantes y nutritivos
- Reduce tu ingesta de proteína animal y prioriza la proteína de origen vegetal como las legumbres, que puedes añadir a cualquier ensalada (evita los pucheros) y que son más fáciles de digerir que la carne roja
- Hidrátate con agua y todas sus versiones saludables como el agua saborizada con trozos de fruta
- Prioriza cocciones cortas y ligeras como los salteados y los marinados y no abuses de barbacoas
- Si comes helados, que sean caseros. Aquí tienes algunas ideas fáciles y deliciosas: helado chai con caramelo, helado de cerezas y plátano, helado y mermelada sin azúcar, o helado de plátano, cacao y maca
- Si practicas deporte, olvídate de las bebidas isotónicas y consume alternativas más saludables y remineralizantes como el agua de coco, el kéfir de agua o uno sencillo tajo de melón
- Evita azúcares y alcohol: es hora de dar una oportunidad al agua con gas, al kombucha o a los mocktailes
- Evita todas las comidas copiosas y difíciles de digerir