“El veganismo no es una dieta, a dieta estoy yo”. Esta frase abre mi cuenta en Instagram, @midietavegana. El veganismo no es una dieta. No va sobre comida, ni tampoco sobre alimentación saludable. El veganismo es una opción ética y política, más allá de un estilo de vida, en el cual las personas que lo abrazamos decidimos no explotar a los animales de ninguna forma. Por supuesto, implica no comer carne, ni pescado, ni lácteos o huevos, pero también desechar la ropa de piel, cuero o lana y posicionarnos claramente contra el testado en animales, la vivisección o la tracción a sangre. Me considero antiespecista porque no creo unas especies animales sean superiores en derechos a otras, ni siquiera los seres humanos.
Fui ovolácteavegetariana 12 años antes de ser vegana de forma estable. En el veganismo llevo casi 6 años y la mayor de los problemas ha sido siempre la cosmética, los fármacos y salir a comer fuera de casa. Durante los años en los que tenía una alimentación ovolácteavegetariana, ya evitaba las prendas de cuero y lana, los productos testados en animales, los zoos y otros mal llamados espectáculos con animales. Mi transición acabó en la alimentación.
Aunque los estudios de la OMS apuntan a que las personas veganas tienen un IMC más bajo del habitual en países industrializados y tiene menos propensión a la obesidad, a mí me ha tocado ser la excepción. Mis seguidoras saben que tengo diagnosticado colon irritable y que una alimentación saludable es mi gran aliada, sin olvidarnos del ejercicio. Nada de esto tiene que ver directamente con el veganismo. Hay dietas vegetarianas muy desestructuradas y poco saludables, llenas de dulces, refrescos y comida rápida, que entrarían dentro de las opciones de una persona vegana.
El reto de comer fuera de casa
Aún hoy en día, es muy difícil ir a un restaurante cualquiera y que haya una opción vegana digna, que no implique comer verdura de primero y de segundo. Las bodas son una de aquellas situaciones terribles, donde normalmente no tenemos ninguna opción en el cóctel de recepción, después es muy probable que todo se reduzca a ensalada, verdura o algún arroz. Me ha ocurrido incluso en restaurantes de hoteles de mucho prestigio, donde además las cantidades eran muy pequeñas. Es cierto que con el tiempo la cantidad de restaurantes que ofrecen una opción vegana se ha incrementado, pero solo en algunas zonas, muchas veces vinculadas al turismo. También es cierto que no se tiene en cuenta que no se pude cocinar en la misma zona. Por ejemplo, una hamburguesa vegana en la misma parrilla que se usa para la carne se cocinará con grasa animal. Pero el drama más habitual es, después de releer la carta y hacer muchas preguntas, pedir un plato que parece seguro y encontrar jamón o huevo, sin que estuviese especificado, o directamente una enorme cantidad de salsa a base de lácteos cubriéndolo todo. Luego vas a Londres, a Berlín o a Nueva York y puedes comer casi en cualquier sitio, ya no solo porque hay más oferta, sino que también son capaces de hacer cosas fuera de carta. Una flexibilidad que aquí, por desgracia, ocurre en muy pocas ocasiones.
Solemos sufrir, sobre todo al principio, la falta de empatía por parte de familia y amigos. También la dificultad de salir a cenar fuera o al ir a ciertas celebraciones.
Las ventajas y las contras del veganismo dependen mucho de cada persona. A mi ser vegana me ha hecho comer de forma más saludable porque he elegido comer mejor, pero ser puede ser vegano y comer mal, engordar, enfermar, si no se tiene en cuenta que el veganismo por sí solo no es saludable, no es una dieta. El veganismo es un estilo de vida, es ser coherente con una convicciones, y esa es la mayor ventaja: poder vivir haciendo lo correcto. Igual nos pasamos mucho tiempo mirando etiquetas, pero también tenemos mucha información de lo que comemos, nos informamos más, buscamos más y solemos tener una mayor preocupación por llevar una dieta balanceada.
En contra, tenemos la falta de empatía que solemos sufrir por parte de familia y amigos en los primeros momentos, la dificultad de salir a cenar fuera o de ir a ciertas celebraciones. Los mismos problemas los podemos tener con compañeros de trabajo. A no ser que tengamos un entorno comprensivo, se puede convertir en una lucha diaria.
Las grandes ventajas del veganismo no son individuales, son ventajas para los animales, que no tienen que sufrir para alimentarnos o vestirnos, y para el planeta. La industria ganadera se encuentra entre las más contaminantes, y al mismo tiempo necesidad una gran cantidad de recursos, tanto agrícolas como hídricos. El grano y el agua potable que va a los animales destinados a consumo son una gran pérdida.
Dar el paso de comer vegano
Veganizar una receta es bastante sencillo, se trata de saber por qué alimento intercambiar la parte animal. La carne se puede sustituir por seitán o por soja texturizada, por ejemplo, o por combinaciones fantásticas de legumbre y cereal como por ejemplo a la hora de preparar hamburguesas. Los huevos en repostería se suelen sustituir por plátano, maicena o semillas de lino. Es habitual hacer una tortilla de patatas sin huevo, a base de diferentes harinas mezcladas, como la de garbanzo, con agua. No sabe igual, por supuesto, pero está riquísima. Incluso hay nata vegana para montar que incluso se usan en la repostería convencional, así que más de una vez has comido un postre con nata vegana y no te habrás dado cuenta.
Comer vegano es barato y sencillo. En realidad, estamos hablando de frutas, verduras, hortalizas, frutos secos, aceites, legumbres y cereales. No hay que comprar alimentos preparados si no queremos, que pueden ser los que nos hagan encarecer la cesta de la compra. Un buen potaje de lentejas con arroz es una comida fantástica alta en proteínas. No es necesario tomar soja, ni tofu, pero el tempeh y el miso son grandes aliados, como lo puede ser la quinoa o las semillas de chía y cáñamo.
A día de hoy, la única suplementación que toma una persona vegana es para suplir la falta de B12. Si crees que es poco natural tomar pastillas, piensa que si eres omnívoro quién se está suplementando es el animal que te llevas a la boca.