El kéfir es un lácteo fermentado, producto de la combinación de bacterias probióticas y levaduras con proteínas, lípidos y azúcares. Esta leche fermentada es excelente para regenerar la flora y regular el tránsito intestinal. Los gránulos que son utilizados para su elaboración tienen un aspecto parecido al de la coliflor.
Existen tres tipos de kéfir: el de leche, el de agua y el de té (o Kombucha). El kéfir de agua es similar a una limonada y el de té se parece a una bebida de hierbas. El kéfir más común es el de leche, que se nutre de ella y la fermenta, transformando la lactosa en ácido láctico. El resultado es una bebida ácida como el yogur con excelentes propiedades digestivas.
Entre los múltiples beneficios del kéfir está el de ayudar a reforzar las defensas del organismo, particularmente durante la recuperación de algunas enfermedades. Se ha utilizado satisfactoriamente en dolencias como el reumatismo, asma, estreñimiento, hipertensión arterial, artritis, úlceras gástricas, mala digestión o absorción de los alimentos y enfermedades inflamatorias crónicas.
A nivel emocional es aconsejable su consumo en casos de ansiedad porque mejora el sueño y el apetito, disminuyendo las depresiones. Como la mayoría de los productos naturales, el kéfir va regulando poco a poco las funciones del organismo debido a que posee un alto poder desintoxicante y reestructura el ácido-básico. También es ligeramente estimulante, por lo que su uso es adecuado contra el cansancio y el estrés.