El acné es un problema muy común en momentos de la vida donde hay altos niveles de progesterona y testosterona en sangre.
Estas hormonas hacen que las glándulas sebáceas trabajen en exceso, obstruyan los poros y den lugar a los puntos negros y granitos. El proceso es el siguiente: la población bacteriana irrita la piel y la presión hormonal de la testosterona estimula la glándula sebácea, que segrega demasiada grasa. El sebo cambia su composición y se convierte en una especie de cera con dificultad para salir al exterior. El poro se inflama y se produce un exceso de queratinización que obstaculiza la salida.
Eso es un grano. El acné no viene dado por la suciedad de tu piel, con lo cual no ayuda que tu limpieza sea más exhaustiva de lo normal. De hecho, hacer una limpieza con excesiva fricción o con productos demasiado agresivos no hacen más que agravar el problema, ya que irritas la piel y se pone en marcha el proceso acneico.
Lo ideal es hacer una limpieza suave, pero efectiva, una vez por la mañana y otra por la noche, con un producto suave en espuma que no haga falta frotar. Así, se elimina la suciedad y los restos de maquillaje, además de las células muertas, dejando a la piel que respire con mayor facilidad.
Algunos geles limpiadores contienen ácido salicílico, lo que los convierte en un exfoliante muy eficaz, algo básico para que las células muertas no obstruyan los poros y salgan granos.
Es importante que cualquier producto antiacné tenga tres beneficios fundamentales: exfoliación, control de la grasa y efecto antiirritante. Es importante que las pieles con acné también se hidraten. Con cremas libres de aceites, por supuesto.
Claves antiacné
Si los granitos son tus enemigos, has de saber que lo primero para vencerlos es conocerlos a fondo.
