Tras un largo periodo de hibernación, cuando al fin nos calzamos las sandalias, los pies pueden 'lucir' resecos y agrietados, señal inequívoca de una mala hidratación. Son muchas las mujeres que evitan llevar los pies destapados, pese al calor, o seleccionan con esmero el calzado de verano para que no deje a la vista una zona del cuerpo con la que no se sienten particularmente cómodas. Los pies necesitan pocos cuidados, pero reclaman los básicos. Las primeras medidas pueden pasar, precisamente, por no olvidarlos.
¿Por qué aparecen los callos y las durezas?
Los callos y durezas son endurecimientos de la epidermis producidos por el roce y la presión ejercida sobre los pies, que genera una multiplicación celular que produce la aparición de las células muertas sobre la capa córnea y el engrosamiento.
¿Qué diferencia hay entre ambos?
Los callos y durezas se originan por el mismo motivo, sin embargo, se diferencian en cómo y dónde aparecen. Los callos son de pequeño tamaño, suelen aparecer en las articulaciones y causan muchas molestias y dolores, ya que desde el núcleo ejercen presión sobre las terminaciones nerviosas con el objetivo de llegar al hueso. Las durezas son más grandes que los callos, no tienen núcleo, su tacto es áspero, y pueden aumentar de tamaño y adquirir un color amarillento. Normalmente, aparecen en la planta del pie, aunque también pueden encontrarse en el talón o en los laterales. Otra de las grandes diferencias es que no duelen.
Consejos para cuidar tus pies
Al igual que una rutina de belleza, tus pies también merecen un buen cuidado diario, sobre todo considerando que aguantan el peso del cuerpo durante todo el día. El cuidado de los pies debería convertirse en un hábito más. Para ello, aquí tienes algunos tips que deberías seguir para conseguir tener unos pies bien cuidados. ¡Ya no te importará enseñarlos!
Paso 1: una buena higiene
Cuando estamos en la ducha, a veces, podemos olvidarnos de enjabonarnos los pies y pensar que no pasa nada. ¡Error! Los pies también necesidad de abundante agua y jabón, ya que están expuestos al calor, la humedad, a bacterias y hongos. Lo ideal es utilizar un jabón neutro y lavarlos bien, recordando también frotar entre los dedos.
Paso 2: seca muy bien tus pies
En lugar de salir de la ducha y secarte rápidamente, sabiendo que aún así seguirás estando mojada, dedica más tiempo a secarte bien de la cabeza a los pies. Debes hacerlo con cuidado y recordar siempre secar también entre los dedos de los pies, una zona de la que normalmente nos descuidamos.
Paso 3: la crema hidratante, siempre
¿Eres de las que se ponen crema hidratante en el cuerpo y cuando llegas a los tobillos paras de aplicártela? Muchas olvidamos llegar hasta los pies y masajearlos también con la crema, sin embargo, deberíamos frotarlos siempre porque necesitan una constante hidratación. De lo contrario, aparece la sequedad que tanto nos disgusta. Si están bastante deshidratados utiliza una crema de pies secos y agrietados para conseguir unos mejores resultados en menor tiempo.
Paso 4: exfoliación
También los utilizas para el rostro y el cuerpo, ¿por qué no aplicarlos también en los pies? Usar cada dos semanas un producto exfoliante ayuda a eliminar las células muertas de la piel, mejorando la apariencia de tus pies y librándolos de pieles muertas.
Pequeños trucos, grandes remedios
- Una medida efectiva, por la noche, es ponerlos en remojo con agua y sal para relajarlos, para después eliminar las impurezas y las pieles muertas con la piedra pómez, una roca volcánica ideal para raspar suavemente las zonas donde aparecen las durezas. Adoptar este hábito un par de veces por semana es garantía de unos pies limpios y suaves.
- Tanto en verano como en invierno, es básico llevar calzado cómodo, evitar rozaduras y suelas demasiado finas. ¡Ah! Y no olvides extender el uso de la crema solar al pie este verano. El empeine es una de las zonas que más fácilmente se queman.
- Realizar un baño caliente de pies: es recomendable ponerlos con sal gruesa durante 30 minutos, de forma semanal, y realizar un baño que combine el agua caliente y la fría durante unos minutos, cada quince días.