Es un aceite extraído de las flores de Tiaré maceradas en aceite refinado de coco, en concreto del Coprah. Se trata de un producto típico de la Polinesia Francesa que se ha utilizado generación tras generación como elixir de belleza para piel y cabello. Desde que los franceses lo descubrieron, su uso se ha extendido por todo el mundo.
Se conoce sobre todo por ser un producto bronceador. Sin embargo, es importante tener precaución puesto que puede dañar las pieles más reactivas al sol y, por supuesto, es necesario decantarse por aquellos que contienen un filtro de protección UV. No debe usarse en la cara ya que se trata de un aceite solar intensivo.
En su composición destacan los ácidos grasos esenciales que sirven para nutrir, reparar y proteger la piel y el cabello. Es un excelente hidratante incluso para las pieles más secas. Además, previene la deshidratación posterior ya que cubre la capa más externa de la piel con una barrera que impide la evaporación. Es útil para cuidar las zonas más ásperas del cuerpo como los talones y los codos.
Otro de sus usos más extendidos es el de protector y embellecedor del cabello. Trata la sequedad, evita el encrespamiento y le da un tono más brillante. Se puede identificar su autenticidad mediante su denominación de origen: Monoï de Tahiti y el logo de una flor de Tiaré. Sólo así se asegura que está elaborado siguiendo el procedimiento tradicional: un 90 por ciento de macerado de flores.
El poder hidratante del aceite de Monoï
En verano, playas y piscinas se inundan del aroma de las flores de la Polinesia, las Tiaré, base de la composición del aceite de Monoï. Considerado como un poderoso hidratante, su uso más extendido es el de bronceador pero hay que usarlo con precaución puesto que se trata de un aceite solar intensivo.
