Hay gente que no cree en ella, probablemente porque no sabe exactamente qué es. La aromaterapia utiliza aceites esenciales con fines terapéuticos físicos, psíquicos y cosméticos. Solo los productos con estos ingredientes pueden reivindicar una acción aromaterapéutica. Calman los nervios, alivian los dolores y tienen efecto sedante o estimulante, según el que uses.
Pero, ¿qué son los aceites esenciales y cómo se usan? Son sustancias odoríferas volátiles contenidas en las plantas aromáticas, en finas vesículas situadas entre sus células. Se pueden extraer de flores, frutas, raíces, cortezas y semillas y contienen innumerables componentes químicos. Entre sus cualidades destacan una gran penetración cutánea, con propiedades tratantes eficaces para la piel (equilibrantes, antisépticas y revitalizantes), y la capacidad de regular la energía vital, proporcionando así bienestar a la persona. Se toman por vía oral, aplicados sobre la piel o en difusión o pulverización. Hay que seguir a pies juntillas las recomendaciones de empleo, ya que son sustancias muy activas que pueden llegar a quemar la piel.
La vía oral es la menos frecuente. Aquí es importantísimo respetar la dosis y la forma de diluir, siguiendo siempre las pautas del experto que lo prescriba.
El uso cutáneo es quizá el más extendido. La piel los absorbe muy bien y transporta sus beneficios al lugar adecuado. Salvo excepciones, siempre se diluyen en algún aceite base o crema neutra para aplicarse sobre la piel.
También pueden diluirse en el agua de la bañera y aprovechar su olor para conseguir el efecto deseado (que dependerá del tipo de aceite).
Es muy extendida, aunque no tanto en España, la utilización de aceites esenciales por difusión en el aire. Como son volátiles, pueden ponerse en vaporizadores, quemadores especiales, en el filtro de la aspiradora...