Si te gusta el mundo de la belleza y el maquillaje, o si simplemente has pasado por alguna tienda especializada, es muy posible que hayas oído hablar del término cruelty free o que hayas visto que algunos productos tienen un logo de un conejito. Ambos son lo mismo y simbolizan que no han sido testados en animales.
Aunque hoy en día pueda parecer absurdo tener que recalcar una cosa así, la industria de la cosmética es una en la que más se sigue experimentando con animales, pero también una en la que más avances se están haciendo para evitarlo. Sería algo así como las dos caras de la moneda, en la que más innecesario es, pero en una de las que más se hace, y a la vez una en la que más marcas apuestan por rechazarlo.
¿Qué es la cosmética cruelty free?
Cuando se habla de productos cruelty free suele referirse a artículos de belleza, ya sean de maquillaje o de cuidado de la piel, pero este término también puede aplicarse a otros como artículos del cabello, del cuerpo, de higiene, productos del hogar, etc.
El término hace referencia a un sello que se otorga cuando los productos están libres de crueldad, que sería la traducción literal. Pero ¿crueldad de qué? Pues es la crueldad que se producía cuando se probaban estos productos o los ingredientes antes de ponerse a la venta en animales para comprobar su seguridad. Evidentemente, hoy en día y con las ténicas que hay que permiten tener esas garantías de forma segura, esto es una barbaridad, pero por desgracia todavía ocurre.
Aunque en Europa está prohibida la experimentación animal con fines cosméticos, esto solo afecta a productos o ingredientes fabricados dentro del territorio, por lo que se permite la entrada de otros que sí hayan torturado animales de forma totalmente innecesaria. La cosmética cruelty free ha demostrado durante años que se puede ofrecer maquillaje de calidad excepcional e incluso a precios inferiores que otras marcas que siguen realizando estas prácticas.
