Se estima que las uñas crecen alrededor de unos seis milímetros al mes, por lo que una uña nueva tarda unos cuatro meses en completarse. Sin embargo, su crecimiento varía con la edad: crecen más deprisa en la juventud y más lentamente a medida que la persona envejece. Además, la velocidad de crecimiento aumenta con el embarazo, la llegada del buen tiempo y cualquier actividad que implica los dedos.
Aunque son los genes quienes determinan si las uñas serán fuertes y lisas o, por el contrario, blandas y frágiles, éstas ofrecen información importante sobre el estado de nuestro organismo. Lo que hay que saber es interpretar su señales. Unas uñas fuertes y lisas, sin surcos ni manchas, denotan un cuerpo en buen estado. Si, por el contrario, carecen de brillo, están rugosas y deformes, pueden delatar falta de vitaminas y minerales.
A menudo, unas uñas frágiles suelen deberse a trabajos domésticos (fregar con detergentes, por ejemplo), por lo que es aconsejable utilizar guantes de goma en dichas tareas. En cambio, unas manchas marrones en las uñas pueden ser síntoma de una infección por hongos, en cuyo caso es obligatorio visitar al dermatólogo. El uso excesivo de quitaesmaltes puede agrietar además las uñas, por lo que se recomiendan quitaesmaltes oleosos. Las uñas amarillas suelen deberse al tabaco, a algunas medicinas o al pigmento de lacas de uñas: si se debe a esto último, es aconsejable aplicar antes una buena base.
Uñas fuertes para una salud mejor
Tener unas uñas fuertes y sanas tiene un origen genético, pero también se pueden tratar para fortalecerlas y devolver su color y textura natural, sin grietas ni manchas.
