La Organización Mundial de la Salud (OMS) define los probióticos como “microorganismos vivos que, cuando son administrados en cantidades adecuadas, confieren beneficios para la salud del huésped”. Lo más importante que señala el investigador José Antonio Barroso de esta definición en su libro SOS Probióticos, es la palabra “vivos”.
Últimamente, se habla mucho de alimentos como la Kombucha, el Kéfir o el Miso cuando se trata de cuidar nuestra microbiota o flora intestinal, lo que no sabíamos es que muchos de los alimentos que consumimos a diario eran -o algunos todavía son- ricos en probióticos.

Pero, ¿por qué hemos recurrido a alimentos hasta ahora desconocidos y fuera del alcance de muchos para nutrirnos en probióticos? Según el fundador de uno de los laboratorios de análisis alimentario con más prestigio de nuestra geografía y autor de SOS Probióticos, José Antonio Barroso, esto se debe a que los microorganismos, llamados probióticos, de alimentos como el vinagre, la miel, la cerveza o las aceitunas, han sido en ocasiones desactivados durante el proceso de producción.
“Desgraciadamente, la importancia de que lleguen vivos y activos hasta el consumidor no se está teniendo muy en cuenta” afirma Barroso. Lo que ocurre es que son sometidos a procesos de fermentación y, al llegar a los supermercados, después de tratarse térmicamente una vez fermentados, los probióticos que contenían estos alimentos ya han sido desactivados.
Ha habido un cambio importante en la microbiota intestinal de los occidentales debido a los nuevos hábitos alimentarios
La diversidad y la riqueza de nuestro microbiota, también conocida como flora intestinal, apunta Barroso en SOS Probióticos, la hemos ido perdiendo con el paso de los años y el cambio de los procesos de producción alimentaria que se iniciaron ya con la industrialización del siglo XIX. Lo que supone problema de degeneración para nuestra salud intestinal.
Necesitamos una microbiota variada y de calidad que nos garantice una menor incidencia en algunas enfermedades y una buena salud digestiva. El problema es que nuestros ancestros lo tenían mucho más fácil que nosotros. Tal como señala el autor, “ha habido un cambio importante en la microbiota intestinal de los occidentales debido a los nuevos hábitos alimentarios”.
Los probióticos están en nosotros y no somos nada sin ellos
Aunque no todo está perdido, y es que existen algunos alimentos cotidianos que aún cuentan con estos microorganismos tan importantes que pueden ayudar a mejorar nuestra salud intestinal. Y es que tal como advierte Barroso, es imprescindible “conocer qué alimentos probióticos debemos ingerir para que les sirva como nutrientes a los gérmenes que habitan nuestro intestino. Porque ellos están en nosotros y nosotros no somos nada sin ellos”.