Es una enfermedad tan antigua como las primeras civilizaciones que conocemos. Encontramos las referencias más tempranas de cáncer en huesos fósiles de momias del Antiguo Egipto o incluso en algunos procedentes de diferentes épocas de la Prehistoria. Pero nuestro conocimiento y percepción de la misma ha cambiado mucho desde entonces.
Antiguamente el cáncer era considerado una enfermedad única que englobaba incluso lesiones de tipo ulceroso, una “maldición” despiadada e invencible que podía aparecer en casi cualquier parte de nuestro cuerpo de forma inexplicable. Con los años, esa “maldición” sigue siendo importante ya que la incidencia en la población se ha incrementado, 1 de cada 3 españoles desarrollará algún tipo de cáncer a lo largo de su vida, pero años de investigación nos han permitido ir desmenuzándolo y avanzando mucho en su conocimiento y convirtiendo esa única gran trinchera de combate en frentes más específicos.
A pesar de que la incidencia continúa aumentando, cada vez más pacientes se curan o sobreviven más. Hoy en día somos capaces de distinguir hasta 200 tipos de cáncer diferentes y, además, la práctica clínica tiende cada vez más hacia una medicina personalizada y de precisión, más accesible a todos los pacientes. La evolución de técnicas como las de secuenciación masiva nos ayuda a clasificar mejor los tumores, a diferenciar las alteraciones que los empujan a proliferar y a dirigir las terapias de forma más precisa hacia las alteraciones de las células malignas, ya que un tumor puede tener miles de mutaciones y otras alteraciones, pero no todas son importantes.
La llegada, por ejemplo, de la biopsia líquida, una técnica nueva, rápida y eficiente en la determinación de mutaciones tumorales, ha supuesto un gran avance en la lucha contra el cáncer. Está basada en el análisis de mutaciones en el ADN tumoral detectadas en la sangre y con ella se superan algunos de los problemas que presenta la biopsia tradicional. Los buenos resultados obtenidos hasta el momento en diferentes estudios han hecho que esta tecnología ya se utilice en centros médicos de referencia como el Vall d’Hebron Instituto de Oncología.
La evolución de los tratamientos antitumorales es igualmente impresionante. La inmunoterapia, cuya eficacia ya se ha demostrado para algunos tumores tales como el melanoma, el cáncer de riñón y de pulmón, algunos subtipos de tumores colorrectales, de mama, de vejiga… se basa en reactivar el sistema inmune del paciente con cáncer para luchar contra las células cancerosas, es decir, intentar impulsar la capacidad del organismo de buscar y destruirlas con la utilización de anticuerpos y así, abrir la puerta a nuevas opciones y estrategias terapéuticas.
A pesar de los grandes avances, en la lucha contra el cáncer queda todavía mucho camino por recorrer. La investigación oncológica actual debe seguir desarrollándose de la manera más próxima posible a los enfermos, siguiendo una estrategia traslacional, con el propósito de plasmar cada resultado en un beneficio directo para los pacientes. La estrecha colaboración de diferentes especialistas de la medicina integrando equipos de trabajo multidisciplinares para abordar la enfermedad desde diferentes perspectivas aporta grandes ventajas a esta carrera de fondo. Nunca hemos estado en una situación como la actual, con el conocimiento de las bases biológicas y los avances médicos existentes, para luchar contra esta enfermedad devastadora. Sin duda, poco a poco, pero certeramente estamos ganando esta guerra.
Como gran apasionado del alpinismo, Josep Tabernero sabe muy bien que llegar a la cima requiere pasión, esfuerzo, persistencia y precisión a partes iguales. Durante más de 30 años ha aplicado grandes dosis de estas cualidades en su trabajo.