Enfrentarse a un cáncer supone afrontar muchos retos. El primero de ellos, probablemente, el de dejar de asumir que nos traerá una partida segura. Hoy en día contamos con grandes opciones terapéuticas y de diagnóstico que han hecho crecer ampliamente los porcentajes de supervivencia de los pacientes con esta patología. Teniendo en cuenta los avances y mejoras, es muy importante superar ese miedo inicial y mirar a la enfermedad de frente, con optimismo, para poder llevar una vida plena a lo largo del tiempo que dure el tratamiento y la posterior recuperación.
Un proceso que puede ser duro y generar agotamiento y hastío en el paciente, sobre todo durante los ciclos de quimioterapia, pero que ha mejorado enormemente gracias a la cada vez más habitual personalización de las terapias. A través de nuevas herramientas diagnósticas como los análisis genómicos y a tratamientos como la inmunoterapia, los oncólogos pueden ofrecer a cada uno de sus pacientes una solución adaptada a las características de su dolencia, pudiéndose evitar en algunos casos grandes dosis de toxicidad que son innecesarias y que dejan sin fuerzas al enfermo.
De esta manera, resulta más fácil para el paciente pueda llevar un ritmo de vida activo, un aspecto positivo que se debe potenciar en la medida de lo posible, ya que también le va a ayudar a superar su dolencia y a acelerar su posterior recuperación. Desde la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) se aconseja que, pese a estar cansado, es recomendable hacer ejercicio de forma moderada para controlar los síntomas y reducir los efectos secundarios de los tratamientos.
Hacer ejercicio
Durante las primeras semanas, se recomienda dedicar entre 10 y 15 minutos diarios a realizar tareas sencillas, como caminar o andar en bicicleta sobre terreno plano. A partir de la tercera semana se puede ir incrementando en cinco minutos los tiempos de ejercicio, hasta un tope de 30 minutos al día. Esta pauta debe variarse el día en que se recibe el tratamiento y en los siguientes posteriores, entre 5 y 10 minutos al día tres o cuatro días en esa semana.
Existen trucos para convertir esta actividad en una rutina más placentera, alejada de la imposición. Por ejemplo, acompañar a algún amigo a dar un agradable paseo, o ir andando a lugares cercanos: a la tienda de la esquina a hacer la compra o a visitar a algún familiar que viva en los alrededores... Si tenemos que desplazarnos a algún punto más lejano, podemos ir en transporte público y bajarnos una parada antes para cubrir esa distancia a pie.
Para aquellos que quieran una tabla de ejercicios más personalizada, podemos contratar los servicios de un entrenador que esté especializado en pacientes con cáncer (existen certificaciones al respecto). No obstante, antes de ponerse en marcha es importante consultar antes con el oncólogo, ya que cada tumor es diferente y sus cuidados también. Por ejemplo, en los casos de anemia hay que tener especial cuidado, ya que la capacidad del cuerpo para transportar oxígeno a los tejidos es menor.
¿Me puedo ir de vacaciones?
Con una buena planificación es posible escaparse y disfrutar de algunos días de desconexión, algo muy positivo para el bienestar del paciente (siempre que este lo reclame). Eso sí, teniendo en cuenta las fechas de visita a nuestro especialista y sin dejar pasar las citas de las sesiones de quimioterapia y radioterapia. Estemos en el periodo que estemos, debemos estar preparados y llevar siempre con nosotros los medicamentos que necesitemos y números de teléfono de referencia. También tener localizado el centro médico u hospitalario más cercano a nuestro destino de vacaciones por si surgiesen emergencias.
Sin embargo, siempre es necesario comentar todas estas decisiones con el oncólogo para tenerle sobre aviso y que, incluso, pueda recomendar destinos con mayores beneficios para la salud del paciente. O desaconsejar su salida, como ocurre con todos aquellos que acaban de pasar por quirófano y que pueden presentar problemas tras la operación.
En cualquier caso, el paciente como los seres queridos que hay a su alrededor deben ser realistas y asumir que las condiciones físicas y anímicas del enfermo no van a ser las mejores. Durante el tiempo que dure el tratamiento va a necesitar puntos de apoyo en los que delegar muchas tareas y poder así descansar. Y, por supuesto, tiene que dejarse querer, uno de esos grandes retos que requiere de una buena dosis de paciencia y, sobre todo, del cariño y el amor de familia y amigos.
Adriana Terrádez es la directora de OncoDNA para España y Portugal e impulsora de la plataforma Oncología Personalizada.