¿Por qué salir de viaje es sinónimo de estreñimiento?
Los nervios del intestino perciben las situaciones excepcionales: el cambio de alimentación, el aire de los aviones que nos reseca y bebemos menos agua. Los nervios se irritan y detienen el intestino hasta que reciben la señal de que pueden reanudar la marcha.
¿Hay alguna solución para la falta de regularidad?
Lo primero es tomar más fibra. Por ejemplo ciruelas que se pueden empezar a consumir el día antes del viaje ya que tardan dos o tres días en hacer efecto. Lo segundo es beber agua, sobre todo si viajamos en avión. También es importante no alterar los ritmos intestinales. Reprimir las ganas de ir al baño puede provocar estreñimiento tras un par de días.
¿En qué consiste la regla de los tres días?
Cuando vamos al baño se suele vaciar la última porción del intestino grueso. Si tomamos laxantes fuertes vaciamos todo el intestino grueso y éste no vuelve a llenarse hasta tres días después así que no tiene sentido tomar laxantes a diario, como mínimo debemos esperar a que se cumpla la regla de los tres días.
Hay personas que lidian a diario con el estreñimiento. ¿Es normal? Claro.
En realidad tan solo tomamos el 50% de fibra recomendada. La fibra nos ayuda a regular. El psyllium o psilio ayuda en este sentido y funciona como potente fuente de fibra soluble e insoluble.
¿Existe un ritmo normal y uno anormal?¿Cuándo nos deber de preocupar?
Siempre nos tenemos que preocupar si hay un gran cambio, si vas cada día al baño y de repente no vas durante cinco días. Si no sabes por qué, debes ir al médico. Lo primero debería ser analizar nuestros hábitos para entenderlo: ¿bebo poca agua? ¿He viajado? Más importante que la frecuencia es la consistencia: si es muy dura o demasiado blanda, deberías preocuparte.
¿Qué alimentos nos cuesta más tolerar?
La lactosa y la fructosa pueden ser un problema y también el gluten. Además, existe un cambio de equilibrio en nuestra dieta ya que nunca antes habíamos comido tanta fruta o tanta carne y todo eso se suma a la comida procesada. Vivimos hacia fuera y perdemos el sentimiento hacia nosotros. Dos o tres horas después de una comida deberíamos plantearnos cómo nos ha sentado realmente, es decir, cómo nos sentimos. No se trata de evitar "venenos" sino de reequilibrar nuestra alimentación.
Los alimentos en mal estado o el estrés pueden desencadenar el vómito.
Liberándonos de la comida, liberamos al cuerpo de tener que digerir y obtenemos así más energía para resolver el problema. No es un órgano débil, sino que nos ayuda. El 90% de la información va del intestino al cerebro y no al revés, pero vomitar es un caso raro: el cerebro le pide 'ayuda' al intestino en este caso.
"Deberíamos escuchar más al intestino"
Entrevistamos a la bióloga alemana Giulia Enders, especializada en el intestino

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