Como cada año y cada último domingo del mes de marzo, los relojes se adelantarán una hora para volver al horario de verano. Eso significa que, en la madrugada del domingo, las 02:00 pasarán a ser las 03:00. O, lo que es lo mismo, dormiremos una hora menos.
Aunque ya estamos acostumbrados a esta adaptación, ya que pasamos por este pequeño cambio horario dos veces al año, uno para adelantarlo y el otro para retrasarlo, esta vez, lo cierto es que este pequeño desfase puede pasarnos factura si no adaptamos nuestra rutina de inmediato.
¿Qué notaremos los días siguientes al cambio de horario?
Síntomas como el cansancio, la irritabilidad, la fatiga o determinados trastornos digestivos o problemas de concentración pueden acompañarnos durante los próximos días hasta que nuestros biorritmos vuelvan a adaptarse al nuevo horario de verano.
La calidad del sueño también puede verse perjudicada, manifestándose de distintas formas: o bien con problemas para conciliar el sueño, o bien con la disminución temporal de las horas que pasamos en la cama. De hecho, según un estudio publicado por Science Direct, la calidad de nuestro descanso puede reducirse hasta un 10% durante estos días de adaptación.
La calidad de nuestro descanso puede reducirse hasta un 10% durante estos días de adaptación
Como cada año, lo mejor que podemos hacer al despertar el domingo por la mañana es cambiar todos los relojes de casa y nuestro chip mental, y actuar de acuerdo con la nueva hora que marca nuestro reloj, al igual que hacemos cuando viajamos a países con distintos flujos horarios.