Llega el verano y nuestros hábitos se disuelven, entremezclan y terminan por desaparecer. Llevamos meses trabajando en cambios que están afianzados, pero no lo suficiente. Llegan los juicios, el victimismo y el drama.
“Tanto trabajo para nada”, “¡Con lo que me va a costar comenzar de cero!”, “Ya lo estoy haciendo mal otra vez.” No te dejes vencer por esos cuentos que te estás contando. Lo que pasa con los hábitos en verano es lógico, te voy a contar algunas de mis explicaciones al respecto y qué podemos hacer con ello.
Los hábitos son obligaciones asociadas al curso
En primer lugar, muchos de los hábitos que adoptamos lo hacemos con la energía del nuevo curso o el nuevo año e, inconscientemente, trabajamos en ellos como rituales que vamos a llevar a cabo durante el curso. Lo cual favorece que trabajemos en ello durante un periodo más o menos largo, algunos meses, pero que tiene una fecha fin, el final de curso.
Así, sin querer estamos relacionando ir al gimnasio con el curso lectivo de nuestros hijos o la buena alimentación con la rutina diaria de trabajo. Y, por tanto, cuando el curso termina y estamos de vacaciones el hábito se desvanece. ¡Lo mismo pasa en Navidad! ¿Verdad?
Si pensamos en hábitos de autocuidado y los asociamos a algo concreto, el autocuidado se va a tambalear cuando ese “algo concreto” termine o falle. ¡Y no pasa nada! Esta realidad es normal, es lógica y es trabajable, así que podemos soltar el drama, entender que necesitamos darle una vuelta al hábito perdido y ponernos manos a la obra.

Dependen de la rutina y el lugar de siempre
Otro factor muy común en la pérdida de nuestras rutinas es que se han diseñado con base en la rutina diaria y/o el lugar de siempre. Por tanto, si cambia la rutina o cambia el lugar, nos distraemos y perdemos el norte.
A mí me ha pasado recientemente. Por cuestiones que no vienen al caso, llevo fuera de mi casa dos meses, sin terminar de aterrizar en ningún sitio. ¿Qué le ha pasado a mi rutina facial y corporal? Se ha ido. ¿Qué le ha pasado a la rutina de ejercicio de mi marido? Se ha ido también. ¿Sabes qué hábito no he perdido? Mis slow coffees. ¿Y sabes por qué? Porque no dependen del lugar, ni de la rutina, solo necesito coger mi momento del café y convertirlo en mi momento de conexión.
Si tu buena alimentación depende de que estés en tu casa porque no has aprendido a escoger buenas alternativas fuera de ella, tu buena alimentación estará comprometida. Si tu ejercicio depende de que puedas ir a tu gimnasio, si tu gimnasio cierra no podrás ejercitarte. Si tu rutina facial depende de tu baño, no tendrás tu rutina facial a menos que estés en tu baño.
Por todo ello, no es difícil imaginar que, en verano, donde aumentan las escapadas, donde salimos de la rutina y donde todo es más relajado, nuestras rutinas se vuelven más flexibles, hasta el punto de desaparecer.
Sencillamente, nos distraemos
Por último, otra de las cosas que ocurren es que nos distraemos. Sin más vuelta de tuerca. En verano nos distraemos, hay días más largos, hacemos más cosas, hacemos planes diferentes, buscamos la diversión, abandonamos rutinas y estamos demasiado distraídas como para acordarnos de tal o tal propósito. Es así y no pasa nada.
Distraerse es natural, sobre todo cuando hablamos de acciones obligatorias que hemos adoptado porque sí. Porque nos lo dijo el médico, porque lo dicta la sociedad, porque creemos que es bueno para nosotras. ¡Nos pasa con rutinas realmente alienadas y conectadas! ¡Pues imagina lo que ocurre con todos esos hábitos u objetivos que no son realmente nuestros!
Distraerse es natural en el ser humano y no es malo. Perder un hábito por estar distraída puede ser lo mejor que le puede pasar a esa costumbre ya que se trata de una buenísima oportunidad para revisarla, reconfigurarla y mejorarla.

¿Qué puedes hacer para arreglar tus hábitos en verano?
Siempre que expongo por qué pasan las cosas o qué fenómenos ocurren o para qué puede estar sucediendo algo, nos viene a la cabeza la pregunta: “¿y qué hago?” Bien, en primer lugar te voy a ofrecer un tremendísimo spoiler: no tienes que hacer nada. No pasa nada si no haces nada. Pasará el verano, se acabarán las vacaciones y podrás retomar tus hábitos. Fin. No hay drama. No hay problema.
Ahora, por aquí te dejo varias ideas en caso de que no tengas, pero sí quieras hacer algo:
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Puedes revisar la idea de que tu hábito sea una obligación y ver por qué estás haciendo algo que realmente no quieres hacer. Otra propuesta podría ser asumir que tienes un hábito asociado al curso y que lo sueltas en verano.
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Te puedes sentar a preparar tu nueva rutina veraniega y prever cómo vas a mantener tus hábitos en otro lugar o con otros tiempos. En este caso, ojo con la rigidez y foco en la previsión de contratiempos.
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Por último, como he dicho, puedes aceptar que te distraes y no pasa nada. Así como también puedes aprender de las distracciones pasadas y atender la orientación de tu foco.
Yo, por mi parte, tengo un plan de acción para recuperar mi rutina facial, perdida en estos dos meses de movimientos intensos: simplificar el autocuidado, hacerme con un neceser bonito donde quepa todo y entender que el “hogar” de mi rutina es ese: mi neceser. Si esto fallase, ya tengo un plan B, por cierto. Y siempre puedes incorporar en verano alguno de los hábitos saludables que puedes adoptar a lo largo del año, así tendrás un próposito y no te dará la sensación de haber perdido todas las rutinas.