En la zona final del pene se encuentra el glande, también llamado “cabeza” o “punta” del aparato reproductor masculino. En el glande se sitúa la entrada de la uretra, que es por donde sale la orina, el líquido preeyaculatorio y el semen (a través de la eyaculación).
El glande es para la gran mayoría de hombres su parte más sensible: el lugar donde más placer se concentra durante la relación sexual. Sin embargo, cuando se produce la fimosis, precisamente por tratarse de una zona más delicada, las molestias pueden ser muy desagradables.
¿Qué es la fimosis?
Al nacer, el glande de todos los hombres está cubierto por el prepucio, la piel que recubre el pene. Esta piel es más larga y ancha que el propio órgano y, en estado de reposo, cubre el pene llegando incluso a ocultar el 100% del glande.
Con un simple movimiento de los dedos cualquier hombre puede retirar la piel hacia atrás y dejar el glande al descubierto. Fíjate si es delicado el glande que, si el pene lleva mucho tiempo cubierto, a veces, si hace mucho frío, cuando se retira la piel, por ejemplo al ir al baño, podemos incluso llegar a percibir como “le da el aire”.
La fimosis se produce cuando no podemos desplazar completa o parcialmente el prepucio para “liberar” el glande
Este sencillo movimiento permite que los niños puedan orinar (la uretra queda al descubierto) y que el pene se ponga erecto (en adolescentes y adultos) sin sentir tirones. En ocasiones la fimosis no es impedimento para llevar una vida completamente normal. En otras acarrea enfermedades y altera la capacidad para relacionarse en la intimidad.
Tipos de fimosis
Las fimosis se categorizan dependiendo de cómo y hasta dónde se puede retirar la piel y cuánto de la superficie del glande queda al descubierto.
Las tres principales manifestaciones de la fimosis son:
- puntiforme (cuando el estrechamiento del prepucio se sitúa solo en la parte del orificio). Podemos ver la uretra, pero poco más.
- cicatricial (cuando la parte exterior de la piel del orificio del prepucio se endurece o engrosa).
- anular (la salida del glande no es posible y no se puede retraer de la piel).
En muchos casos la fimosis no requiere ningún tipo de tratamiento, más allá de dejar pasar el tiempo y mantener la zona limpia, y termina solucionándose sola a medida que el niño va creciendo. ¿Sabías, por ejemplo, que muchos casos de fimosis terminan resolviéndose durante la pubertad?
¿Cuándo debo prestar atención a la fimosis?
A pesar de que la fimosis puede resolverse por sí misma muy a menudo, en otros casos es necesario pensar en un plan B para buscar la solución más apropiada.
Existen algunas situaciones en las que sí podemos hablar de fimosis patológica y, por tanto, de un problema de salud. Según el Dr. Josué Alonso Román, médico residente del Servicio de Urología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, conviene prestar atención a esta alteración cuando:
- Exista dificultad para orinar. Cuando no se puede liberar la uretra del prepucio, en situaciones extremas el anillo fimótico, que forma parte del glande, puede llegar a provocar una retención aguda de orina.
- Se presenten dificultades para tener relaciones sexuales. La fimosis puede dificultar la erección y la penetración e impide la correcta colocación del preservativo.
- No es posible limpiar bien la punta del pene del esmegma (el producto resultante de la secreción de las glándulas del pene que puede incluir también líquido preseminal o restos de semen). Al no poder mantener la zona limpia, además de un olor extremo y desagradable puede producirse una infección, conocida como balanitis.
El urólogo puede recomendar varias opciones antes de plantear la cirugía, como la dilatación prepucial o las cremas con corticoides, pero llegado el caso, la intervención quirúrgica es ambulatoria, no requiere hospitalización y se suele realizar con anestesia local o sedación vigilada. Los resultados de la circuncisión (eliminación del prepucio) tienden a ser excelentes y los puntos son perfectamente reabsorbibles.
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