En los últimos años es muy posible que hayas oído hablar de la inflamación. Se trata de una reacción fisiológica de nuestro organismo ante cualquiera amenaza, ante cualquier cosa que nuestro cuerpo identifique como un posible agresor. Este posible agresor puede ser un alimento, un tóxico, una emoción o el famoso estrés.
Eso sí, esta respuesta del organismo es necesaria, ya que nos permite defendernos y adaptarnos a situaciones amenazantes. El problema está cuando experimentamos lo que llamamos inflamación crónica o de bajo grado, que es cuando vivimos crónicamente inflamados. Nuestro sistema ha detectado que está frente a muchas amenazas y, por tanto, está crónicamente inflamado.
Un problema cada vez más frecuente por el ritmo de vida que llevamos, y que también vivió en primera persona la Dra. Gabriela Pocoví, nutricionista y autora del libro Atención con la inflamación. Hemos hablado con ella para conocer un poco más sobre esta situación y cómo podemos revertirla.
¿Crees que al hablar de inflamación mucha gente lo asocia erróneamente con hinchazón?
Sí, de hecho, una de las cosas más comunes es que la gente me diga que quiere una dieta para la inflamación mientras se ponen las manos en el abdomen, pensando que solamente se concentra en el sistema digestivo, y no es así. Es verdad que el sistema digestivo muestra rápidamente estos signos a través de la hinchazón, de este aumento de volumen abdominal, pero no siempre. De hecho, hay pacientes que jamás experimentan un problema digestivo y están viviendo con inflamación crónica.

Entonces, ¿cuáles son los principales síntomas de la inflamación?
Cuando sufrimos inflamación crónica, muchas veces ocurre dentro de nuestro cuerpo sin que la notemos. Normalmente se manifiesta con dolor en alguna parte de nuestro cuerpo, ya sea de cabeza, dolor menstrual en las mujeres, dolor articular, dolor muscular, pero también se manifiesta también con alergias, sensibilidades alimentarias e intolerancias -que hoy en día son muy comunes-, rinitis alérgica, picor en el cuerpo, acné, eczemas -la piel es un órgano que la refleja mucho- y también puede reflejarse con problemas digestivos, no solo hinchazón abdominal, también intestino irritable, estreñimiento, diarrea, gases, gastritis…
Además, podemos observar que se manifiesta mucho en el sistema nervioso, es la famosa neuroinflamación, que nos genera dificultad para concentrarnos, neblina mental, e incluso crea la tendencia a tener estados emocionales que suelen llevar a la ansiedad y la depresión.
Son muchos los síntomas que nos puede producir, pero también los derivados de enfermedades que se originan por ella, como las enfermedades cardiovasculares (infarto de miocardio, ictus), los miomas, fibromas, endometriosis, enfermedades autoinmunes (como el lupus, la artritis, la psoriasis, el hachimoto, que es la enfermedad tiroidea), las alteraciones hormonales como el hipotiroidismo y las enfermedades digestivas como la gastritis o el intestino irritable.
¿Nos hemos acostumbrado a sentir de forma habitual síntomas de que nuestro cuerpo no está bien?
Sí, nos hemos habituado y, más que habituado, yo creo que vivimos un sistema tan rápido y que demanda tanto de nosotros, que no nos podemos permitir sentirnos mal. Nos hemos acostumbrado a sentir dolor y hemos normalizado que tenemos que estar siempre bien y, aunque esta es la realidad, no podemos recurrir ante cualquier pequeño síntoma a un fármaco, porque muchas veces el dolor es una respuesta fisiológica para indicarte que algo no está bien, y con el fármaco tapas el síntoma sin buscar el problema de raíz. Hemos normalizado muchas cosas que no deberían ser normal, como las migrañas, las alergias, el dolor menstrual en la mujer, etc. y deberíamos trabajar la raíz del problema para no estar siempre medicándonos.

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Cada vez tenemos más información e interés en los problemas digestivos. ¿A qué crees que se debe?
Porque cada vez la incidencia es mayor. Cada vez nos encontramos con que, las enfermedades que asociábamos a partir de ciertas edades, ahora aparecen antes. Antes nos encontrábamos una enfermedad autoinmune en personas mayores a 40 años, ahora la encuentras en chicas de 15-20 años, y especialmente en las mujeres, porque tenemos una susceptibilidad mayor por todo nuestro juego hormonal.
Pero sí, siento que últimamente ha habido un mayor repunte porque, primero, tenemos más información y somos más conscientes; y segundo, están apareciendo en edades más tempranas, seguramente porque estamos expuestos a más factores proinflamatorios. Tenemos más estrés, comemos peor, vivimos una vida más acelerada, nos rodeamos de más tóxicos...
Además, algo que siempre comento, es que la famosa microbiota puede alterarse de generación en generación, entonces si mi microbiota está alterada como mujer y yo tengo un bebé, su microbiota también va a verse afectada. Por eso ahora estamos viendo que de generación en generación está habiendo un empobrecimiento de la diversidad de esa microbiota, que afecta sustancialmente al sistema inmunitario y nos hace más propensos a problemas digestivos, inflamatorios y hormonales.
¿Cómo podemos diferenciar nosotros mismos momentos de inflamación puntual de la crónica?
Básicamente por el factor tiempo. Una inflamación aguda (la que podemos sentir de forma normal en ocasiones) no debería durar más de unos días y se suele asociar a algo concreto como, por ejemplo, si estoy estresada y he dejado de dormir, me empieza a doler la cabeza. Si a los días, ese estrés desaparece, el dolor de cabeza se va.
Pero la inflamación crónica se prolonga en el tiempo y acabamos viviendo con ella, de manera que ya no somos capaces de identificar qué produce ese dolor, no está asociado a un cambio en concreto. Puede remitir algunos días, es decir, puedo tener algunos días en los que no siento sus síntomas, pero van a volver.

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Si la inflamación es un proceso natural necesario, ¿puede ser peligroso ver tantos contenidos dirigidos a acabar con ella?
Sí, y esto es un miedo con el que yo incluso muchas veces convivo. Al final, la información puede ser un arma brutal de conocimiento para utilizarla en nuestro favor, pero también puede ser un arma en contra cuando empezamos a obsesionarnos.
Tenemos que aprender a conocer lo que es, saber qué factores la producen y cómo reconocerla en nuestro cuerpo, pero no para estar todo el día vigilando, yo incluida. Es imposible vivir sin ella, lo importante es que las cosas no se prolonguen en el tiempo, que no acudas siempre a una pastilla para quitártela y que tengas conciencia para saber qué puede estar produciéndola.
Mucha gente se acaba auto diagnosticando porque los médicos no profundizan en sus dolencias. ¿Crees que falta formación en esta materia?
Creo que, en general, los profesionales de salud hoy en día no somos educados para la prevención, sino para la curación de los problemas, y esto sería muy importante. También creo que, en general, por cómo está estructurado el sistema, nos hemos acostumbrado a consultas muy cortas donde a veces ni le preguntamos al paciente ni cómo se siente, ni lo escuchamos, porque el sistema ha decidido que tenemos 10 minutos para atenderlo, y eso es imposible. En ese tiempo no podemos hacer esa medicina preventiva de la que hablaba, no podemos llegar a la raíz del problema en diez minutos.
¿Cómo se conectan el sistema inmunológico y la microbiota?
Es una pregunta muy interesante. La microbiota al final es el conjunto de microorganismos que tenemos en nuestro intestino, pero que también está presente en otras zonas del cuerpo, como el tracto reproductor de la mujer, la vagina, el endometrio, en la boca, en el tracto respiratorio y en la piel, cada una de ellas bien diferenciada. Todos esos microorganismos tienen una función importante defensora y de barrera, por eso están conectadas con el sistema inmunológico, porque cuando ingerimos algún alimento (o incluso cuando inhalamos), con lo primero que tiene contacto esa sustancia es con nuestra microbiota.
Además, otra parte importante de ella se encarga de secretar anticuerpos, sustancias que nos defienden contra parásitos y bacterias. Esto hace que, por ejemplo, dos personas pueden comerse un alimento en mal estado y a una le siente mal y a otra no, por diferencias en su sistema inmune y su microbiota.
Y, además, también ayuda a apagar el sistema de defensa. Si el cuerpo se está siempre defendiendo, se puede acabar auto atacando, por eso hay una parte que se encarga de apagar la inflamación. Y la microbiota produce algunas sustancias que se encargan de apagar esa respuesta inmunitaria y prevenir que nos ataquemos y estemos siempre en ese modo de defensa.

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¿Es el estrés una de sus mayores causas?
A día de hoy sí, siempre que hablemos de estrés crónico. El estrés en sí no es tan malo como se dice, pues lo necesitamos todos los seres humanos, y con estrés me refiero a cualquier cosa que cambie tu estado de reposo. Pero lo que nos lleva a inflamarnos es el estrés crónico, cuando estamos siempre con miedo, siempre con ansiedad, con muchas situaciones diarias de estrés, etc.
En el libro hablas de la importancia y la conexión del eje intestino-cerebro. Aquellas personas con ansiedad por la comida, ¿podría ser causada por una alteración de la microbiota?
Sí, pero debemos tener en cuenta que la microbiota no es la única causa de esa ansiedad por la comida. Normalmente, en estos casos lo que ocurre es que tenemos ansiedad y la comida acaba siendo una de esas sustancias que nos aportan ese placer que no estamos teniendo.
En general, estas personas tienen algo en su gestión emocional que no va bien y eso es lo que puede afectar nuestra microbiota, por lo que es como un círculo vicioso. Estos casos, es importante que sean visto por un equipo multidisciplinado donde no solamente trabajemos la nutrición, sino que prioricemos la salud mental.

Estrés, tóxicos y contaminantes, fármacos, intestino permeable, déficits nutricionales… Son muchos los factores que acentúan la inflamación crónica. ¿Cómo podemos encargarnos de controlarlos todos sin obsesionarnos?
Es muy complicado, yo diría que la clave está en conocerlos e intentar exponerte lo menos posible a ellos de forma crónica. Es decir, yo no puedo pretender, por ejemplo, si vengo a Madrid, escaparme de la contaminación, porque es imposible, pero puedo intentar que eso no esté en mi día a día. No puedo dejar de tomar fármacos el resto de mi vida, pero puedo evitar su abuso.
¿Por qué nos cuesta tanto entender que para resolver problemas tan complejos como este hay que cambiar el estilo de vida de forma integrativa?
Nos cuesta porque requiere tiempo y paciencia, no es una píldora mágica. Y hoy en día estamos tan acostumbrados a vivir tan rápido que, en cuanto tenemos un problema de dolor, queremos resolverlo rápido. Y, al igual que hablaba antes de que los médicos no están a hacer medicina preventiva, tampoco lo están los pacientes. Todo el mundo quiere un diagnóstico claro para empezar a tratarse, y eso influye mucho en la prevención, ya que no habría que esperar a que estas enfermedades toquen a la puerta para empezar a mejorar la salud.