Los fabricamos y los expulsamos. Estos gases y flatulencias que conocemos popularmente como pedos, ¿huelen mal o son sin olor? Proceden del tracto digestivo, pero ¿son buenos o malos? La ciencia nos enseña que un desequilibrio entre el tipo y la cantidad de gases que tenemos pueden provocar problemas de salud y enfermedades muy alejadas del intestino precisamente.
Mientras te explico todo lo que esconden tus gases aprenderás cómo está tu microbiota y sabrás qué alimentos le convienen a tu mejor compañero de viaje: tu intestino. No importa si todavía no te habías planteado mejorar tu alimentación porque lo más bonito es descubrirlo, luego ya tienes toda la vida para decidir cuándo empezar:
Los gases y su función en la microbiota intestinal
La microbiota intestinal son los directores de orquesta interactuando con la alimentación. De manera que, en el intestino se fabrican unos metabolitos y unos gases que controlan nuestro sistema nervioso, inmunológico y endocrino. Por ello, hay algunos gases que no huelen mal, y otros que sí lo hacen.
Por ejemplo, los gases de H2S (ácido sulfhídrico), son los que huelen mal. Estos, en pequeñas cantidades, son antiinflamatorios, ayudan a tener energía, son vaso dilatadores (reducen la presión arterial), antioxidantes etc. Por lo tanto, tienen buenas propiedades en pequeñas cantidades si hay bacterias que lo producen.
En pequeñas cantidades, los gases tienen efectos positivos sobre la salud
Pero, si tuviéramos un exceso de esas bacterias que lo producen, como por ejemplo una infección por clostridium, provocaría que se fabriquen más de estos gases implicando poder padecer de de colon irritable, heces pastosas, diarreas, colitis, fibromialgia y fatiga crónica, dolores articulares, etc.
Es decir, este tipo de gases no solamente dan patologías a nivel digestivo, sino que están asociados, en exceso, a la fibromialgia y la fatiga crónica. En cuanto reducimos estas bacterias que producen estos gases, estas patologías dejan de manifestarse.

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Los gases que no huelen
Otros gases que tenemos en el intestino son los que no huelen, como el hidrógeno o el metano. El metano, por ejemplo, tiene funciones positivas para evitar alergias o problemas de piel atópica. Tiene efecto protector para no tener ateroesclerosis mejorando la circulación y evita las diarreas.
En cambio, cuando alguien tiene más bacterias que producen metano de lo normal, esto suele estar asociado a estreñimiento, divertículos y colon irritable con predominio a estreñimiento. Estas personas, a parte de estos problemas intestinales, fuera del intestino también suelen tener migrañas, dolor crónico, depresión y problemas de peso, obesidad o diabetes de tipo 2.
Por ello, es muy importante mejorar y cuidar la microbiota intestinal, ya que equilibrando los gases que fabrican estos microorganismos obtendremos un impacto muy positivo consiguiendo mantener una buena salud intestinal. A su vez, también ayudaremos a resolver patologías tanto dentro del intestino como fuera de él, que creíamos que eran crónicas y que uno puede ir al reumatólogo, endocrino, psicólogo o psiquiatra para remediar patologías que, en definitiva, empiezan y terminan en el intestino.