Tanto factores emocionales como físicos pueden mermar tu salud digestiva: “Las alergias, el estrés y la ansiedad, o la gastritis son causas de una mala digestión”, sostiene Ramón de Cangas, miembro del Comité Asesor del Consejo General de Dietistas-Nutricionistas (CGDN). No obstante, ciertos hábitos que llevamos a cabo en el día a día y que podemos pasar por alto, también pueden provocarlas. “Comer muy copiosamente, de forma muy rápida, alimentos muy grasos o a una hora a la que no estamos acostumbrados” son variables que contribuyen a desarrollar “una sensación de estómago inflamado, hinchazón, malestar, dolor o ardor”, sentencia.
Asimismo, Cangas apunta que no hay que preocuparse “si es algo que ocurre muy puntualmente, pero cuando se repite con cierta frecuencia se debe acudir al médico con objeto de que establezca un diagnóstico”. Este doctor en Biología Funcional, fundador de los centros Nutrición y Salud (Oviedo, Gijón y Avilés), nos ayuda a detectar qué hábitos mejorarán nuestra digestión.
Comer en modo ‘mindfulness’
Cuando estamos comiendo deberíamos evitar tener la cabeza en otro lugar y dejar de lado el móvil. Un “espíritu” positivo acompañado de risas relaja y ayuda a luchar contra el estrés, así como ciertos periodos de silencio y tranquilidad –sin radio, sin televisión y en una habitación sin ruidos–. Ciertos olores, una temperatura agradable y un entorno acogedor con colores no agresivos también nos pueden ayudar. Sea como fuere, debemos concentrarnos en comer pausadamente.
Cocinar menos en frito
Abusar del aceite en frituras, empanados o platos rehogados puede favorecer las digestiones pesadas. También incrementa el riesgo ingerir grasas animales como la mantequilla, el paté o los embutidos. Todo ello sumado a comer más cantidad de la cuenta.
Restringir las salsas y la bollería
Aparte de poner en jaque los niveles adecuados de colesterol, alimentos muy ricos en grasas como la bollería, las recetas con salsas grasas o la comida rápida favorecen las digestiones pesadas y un vaciado gástrico más lento.
Alcohol y azúcar: cuanto menos, mejor
Beber alcohol ya no está de moda, pero además dificulta la digestión y puede favorecer la gastritis, el reflujo gastroesofágico, diarreas… Al margen de dificultar la labor del hígado en la metabolización de grasas o hidratos de carbono. Asimismo, bebidas muy calóricas como batidos cargados de nata o azúcar son muy densas energéticamente y unidas a ciertas comidas pueden incrementar el riesgo de molestias gastrointestinales y digestiones pesadas.
Masticar mucho y bien
Masticar lentamente los alimentos favorece la digestión –no hay que olvidar que la digestión comienza en el momento en el que el alimento entra en la boca–. Comer despacio, sentado, masticando lentamente los alimentos favorece la digestión y disminuye el riesgo de molestias posteriores, pero además reduce la ingesta de aire que pueda posteriormente favorecer molestias como hinchazón o flatulencias.