Dentro de nuestro cuerpo humano hay miles de microorganismos. Aunque creemos que conocemos mucho sobre nuestro cuerpo, existen partes muy curiosas de las que no se suele enseñar mucho. Y una de ellas es la microbiota.
¿Qué es la microbiota intestinal?
Nuestro cuerpo alberga billones de microorganismos en un ecosistema complejo denominado microbiota, que incluye bacterias, arqueas, hongos y virus.Esta contiene hasta 150 veces más genes que nuestros genes humanos, y este segundo “genoma” tiene un profundo impacto en nuestra salud e inmunidad.
Cuando nuestra microbiota está equilibrada de manera óptima, es beneficiosa para funciones básicas para nosotros, como es la protección contra patógenos, la nutrición y el desarrollo de un sistema inmunológico fuerte. Sin embargo, varios factores como los antibióticos, el estilo de vida, los cambios en la dieta, el estrés y la propia genética humana interfieren en su composición.
Estos factores se han asociado con diferentes enfermedades, como por ejemplo, la inflamación crónica intestinal, el cáncer de colon, el asma, la obesidad, la diabetes, las enfermedades reumáticas, los trastornos cerebrales y cardiovasculares entre otros.

Néstor Sánchez: "La microbiota dañada es la puerta de la inflamación, las enfermedades autoinmunes y el cáncer"
Dónde se suele encontrar
La composición de la microbiota humana puede variar mucho entre las personas y diferentes partes del cuerpo también albergarán diferentes comunidades microbianas. Por ejemplo, la cavidad oral, los órganos genitales, la piel, el sistema gastrointestinal y el tracto respiratorio contienen muchas células microbianas.
Aún así, se estima que el 99% de los microbios que tenemos se encuentran en el intestino, lugar donde se descomponen y absorben la mayoría de nutrientes que provienen de los alimentos. El cuerpo previene el crecimiento microbiano excesivo mediante la regulación de la motilidad intestinal, la producción de anticuerpos y agentes bacteriostáticos del páncreas y el tracto biliar.
¿Por qué es importante?
Su importancia radica en las diferentes funciones vitales que tiene para la salud: estimular el sistema inmunitario, protegernos contra la invasión de agentes patógenos y obtener energía de los nutrientes. Por eso, los cambios en su composición alteran el equilibrio del cuerpo y repercuten en nuestra salud.
La investigación sugiere que la composición de la población bacteriana y las posibles alteraciones tienen vínculos con enfermedades como son el asma, el trastorno del espectro autista, el cáncer, la enfermedad celíaca, la diabetes, la formación de eczemas, las enfermedades del corazón, la desnutrición, la esclerosis múltiple y la obesidad.
Al estar directamente relacionada con esta serie de enfermedades, la microbiota intestinal ha pasado de considerarse “un acompañante”, a considerarse un “órgano metabólico vital” para la salud y el equilibrio del cuerpo.
Cuándo se desarrolla y cómo evoluciona
La microbiota intestinal empieza a desarrollarse y a presentar cambios incluso desde antes de nacer. En el momento del nacimiento, el tracto gastrointestinal se coloniza inmediatamente y alcanza una composición completa entre los 3 y los 5 años.
Las alteraciones de estas exposiciones tempranas pueden obstaculizar el desarrollo de la microbiota en el futuro. Y es que, a medida que crecemos, esta empieza a diversificarse y a multiplicarse exponencialmente, así como a impactar en nuestra salud. Durante nuestra vida, los factores externos, nuestro estilo de vida y nuestra alimentación pueden afectar a la diversidad de las bacterias intestinales y éstas a nuestro equilibrio y salud.

Alteraciones
A las alteraciones de la microbiota intestinal y la respuesta adversa del cuerpo a estos cambios se les denomina disbiosis. La disbiosis se ha asociado con afecciones como el asma, las enfermedades inflamatorias crónicas y la obesidad, enfermedades gastrointestinales como el síndrome del intestino irritable, la enfermedad de Crohn, la enfermedad celíaca, la colitis ulcerosa y el hígado graso no alcohólico.
Sin llegar a presentar enfermedad, en el corto plazo, un desequilibrio en la microbiota intestinal puede afectar a:
- La nutrición y absorción de alimentos, ya que los microbios intestinales son esenciales para absorber los nutrientes, descomponer moléculas de carnes y verduras, y a modular las hormonas que regulan el apetito y la saciedad.
- La inmunidad, reduciendo la capacidad del cuerpo a hacer frente a patógenos.
- Al comportamiento humano, ya que en el eje intestino-cerebro se han observado vínculos entre esta y los trastornos psicológicos, como son la depresión y el trastorno de espectro autista.
Algunos factores que perturban directamente la microbiota son el consumo de alcohol y tabaco, no dormir lo suficiente, tener altos niveles de estrés, la falta de actividad física regular, el uso de antibióticos, la falta de probióticos en la dieta y consumir una dieta que carezca de fibra y alimentos integrales.
¿Cómo recuperar el equilibrio intestinal y cuidar la flora?
El potencial que tiene la microbiota para ser modulada ha sido foco de muchas investigaciones. Entre diferentes métodos para recuperar el equilibrio intestinal se encuentran desde el uso de probióticos y prebióticos, modulación de la dieta, mejora de los hábitos y estilo de vida hasta un trasplante de microbiota.
Algunos cambios propuestos a la hora de cambiar hábitos alimenticios para mejorar la microbiota incluyen:
- Comer una amplia variedad de alimentos, en particular aquellos ricos en fibra como legumbres, frutas y verduras.
- Incluir en nuestro día a día alimentos fermentados como el yogur, el chucrut y el kéfir.
- Añadir a cada comida una porción de granos integrales, que son ricos en fibra y en carbohidratos de digestión lenta.
- Alimentos ricos en prebióticos, como alcachofas, plátanos, espárragos, avena y manzanas.
- Alimentos con un alto contenido en polifenoles como el té verde y el chocolate negro.
Por otra parte, habría que limitar el uso de edulcorantes artificiales, ya que se ha demostrado que estimulan el crecimiento de bacterias nocivas en el intestino, el uso innecesario de antibióticos (o acompañar a éstos de pre y probióticos), el alcohol, tabaco y reducir los factores estresantes externos, entre otros cambios de hábitos. Y en épocas como el verano, en las que todas las rutinas se descontrolan, no olvides controlar tu microbiota.