El cese definitivo de la vida fértil femenina se asocia a tantos síntomas que haría temblar a cualquier hipocondríaca: sofocos, dificultades para dormir, cambios físicos y anímicos, sequedad en la piel... Desesperadas, podríamos vender nuestra alma a cambio de la eterna juventud, pero dicho anhelo “vampírico” es ridículo. Tras la menopausia, la vida de la mujer cambia, no se acaba, aunque nuestro entorno parezca dictar lo contrario: “Culturalmente, hay más presión sobre el cuerpo de la mujer que sobre el de los hombres”, apunta Anna Freixas, doctora en Psicología por la Universidad de Barcelona y especializada en temas relacionados con la mujer y autora de Tan Frescas, publicado por Paidós.
Cada mujer es un mundo
No hay moldes que valgan para dos casos diferentes. Los sofocos que para una mujer no dejan de ser una anécdota, para otra pueden ser un verdadero calvario. Por lo tanto, si los síntomas se han de tratar, tanto si hablamos de terapia hormonal sustitutiva (THS) –que tanta polémica ha suscitado en los últimos 10 años por sus posibles efectos secundarios–, como de terapias alternativas naturales, el caso de cada mujer debe estudiarse al detalle, para prevenir cualquier evento adverso. Éste es el mensaje que actualmente se respalda desde la comunidad científica, como resume Rafael Sánchez Borrego, ginecólogo y presidente de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM), en relación sobre todo a la THS: “Se puede considerar para el 20% de mujeres, alrededor de los 50 años, antes de la menopausia, que tienen poca calidad de vida debido a sus síntomas”, mientras que hay otros expertos que de entrada rechazan la terapia hormonal y abogan por lo natural.
© Jordi Play
Montse e Imma Roura, 52 y 60 años: Montse, la mayor de las hermanas Roura, define esta época como la “montsepausia” por el amplio abanico de síntomas que sufrió, entre los que destaca un insomnio que la privó de descanso más de cuatro años. Su experiencia la motivó para crear el portal de divulgación www.ellayelabanico.com. En su caso, no recibió terapia hormonal porque su ginecóloga no era partidaria; en cambio, le recetaron antidepresivos, aunque nada tenga que ver directamente esta etapa de la vida de una mujer con la depresión. Pero su hermana Imma, con 52 años y dos años de período irregular, no tiene síntomas: “A veces tengo calor... Aunque si esto son sofocos, bienvenidos sean”; sin embargo, a esta edad, Montse ya los sufría acusadamente.
La calidad de las relaciones
Los cambios hormonales pueden repercutir en nuestro humor, pero los expertos afirman que éstos no tienen que determinar nuestra calidad emocional. “Depresión y menopausia no deben vincularse directamente”, en esto es rotundo el doctor Sánchez Borrego. Los vínculos con los demás, y especialmente con nuestra pareja, demuestran su calidad en una época de transición como ésta.
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María Luisa Llorca, 54 años: Empezó a vivir los síntomas de la menopausia a una edad temprana, a los 46, por lo que le recomendaron la terapia hormonal sustitutiva, que ella rechazó; María Luisa siempre se ha interesado por las alternativas naturales. En esta época de transición, además, su hija mayor, Laura, se fue de casa y María Luisa sintió el síndrome del nido “medio vacío”. Le costó aceptar en un principo esta sucesión de cambios, ganó peso, se sintió algo decaída..., pero decidió tomar las riendas y ahora se siente satisfecha con su madurez y se cuida, cada día va al gimnasio. Es un modelo a seguir para sus dos hijas, Laura (28) y Marina (22), que conciben la madurez como el inicio de una nueva etapa.
Por etapas:
- Premenopausia: El período de tiempo de 2 a 8 años anteriores a la menopausia.
- Perimenopausia: Engloba los años previos a la menopausia y el año que sigue a la última regla.
- Climaterio: Contempla desde la premenopausia hasta la posmenopausia
- Posmenopausia: Tras la menopausia, dura de 1 a 6 años
© Jordi Play
Mireia Grossmann, 47 años: Con 44 años empezó a tener síntomas como sofocos y un sueño fraccionado; además, su cuerpo cambió, se ensanchó un poco más. A los 45 años, entró definitivamente en la menopausia pero, lejos de vivirla a una edad temprana de forma “dramática”, esta fisioterapeuta se lo tomó con “paciencia, filosofía y sentido del humor”. Prescindió de tratamientos para los sofocos, ya que “siempre me han gustado mucho las saunas. Ahora, tengo una sauna privada. ¡Y gratis!”, bromea. Mireia Grossmann como profesional está especializada en terapias naturales, específicamente para la reeducación y rehabilitación del suelo pélvico:www.espaiale.cat.
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