A pesar de considerarse internacionalmente como una violación de los derechos humanos, en la actualidad, más de 200 millones de niñas y mujeres han sufrido la mutilación genital femenina (MGF). Al año, 3 millones de niñas en todo el mundo corren el riesgo de ser mutiladas, y la mayoría de ellas sufren esta práctica antes de cumplir los 15 años. Unas cifras desoladoras si tenemos en cuenta el trasfondo de una práctica que implica la alteración o lesión de los genitales femeninos por motivos no médicos y que, sobre todo, viola gravemente los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y las niñas.
La práctica, que se lleva a cabo en 30 países de tres continentes distintos- con la mitad de los casos concentrados en Egipto, Etiopía e Indonesia- no disminuye con el paso de los años. Numerosos territorios continúan permitiéndola sin pensar en las consecuencias que ésta deja en la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Es por ello que, en 2012, la Asamblea General de la ONU designó el 6 de febrero como el Día Internacional de Tolerancia Cero para la Mutilación Genital Femenina. Una jornada de concienciación para ampliar y dirigir los esfuerzos para la eliminación de esta práctica que engloba “todo procedimiento que suponga la extirpación parcial o total de los genitales externos femeninos, u otro tipo de lesión por motivos no médicos”.
¿Qué se entiende por mutilación genital femenina y por qué se continúa practicando?
Desgraciadamente, no todos los países cuentan con la misma libertad sexual y reproductiva para las mujeres. Los derechos y libertades de estas quedan muy restringidos en algunos territorios de África, de Oriente Medio y Asia meridional, así como en algunas pequeñas comunidades de Latinoamérica, donde todavía se practica la mutilación genital femenina (MGF). El asunto no cambia en zonas más desarrolladas como Europa Occidental, Norte América, Australia y Nueva Zelanda. Allí también llegan centenares de poblaciones migrantes para las que la MGF es una práctica totalmente normalizada dentro de su cultura.
De hecho, se trata de un procedimiento que tiene un fuerte arraigo ritual. En la gran mayoría de las comunidades, simboliza el paso de las niñas a la vida adulta o, en su defecto, la representación de la pureza y el honor de la mujer para garantizar el futuro matrimonio.
En Senegal, más del 80% de las niñas se somete a esta práctica
Al mismo tiempo, los territorios que la apoyan también la utilizan como un medio para controlar la sexualidad de las niñas o salvaguardar su castidad. Incluso puede llegar a ser un requisito previo para el matrimonio o para disfrutar del derecho de herencia. ¿Qué ocurre si no se realiza? El peso en este caso no recae solo en la mujer, sino en toda su familia. Al tratarse de una práctica cultural, a los padres les puede resultar difícil decidir que sus hijas no se sometan a ella por temor a que sus familias se vean marginadas o que no se les considere aptas para el matrimonio, explican desde UNICEF.
“Esto es algo común. Ellas están convencidas que no quieren vivir con las consecuencias de la MGF, con el dolor y todo lo que significa, pero necesitan un entorno que apoye su decisión. En ocasiones su comunidad de origen tiende a discriminarla, a humillarla y a excluirla cuando sabe de su posición contra la MGF y eso pesa mucho”, aclara Ruth Mañero, directora de la Fundación Dr. Ivan Mañero, una entidad que lleva desde 2007 luchando contra esta práctica en Guinea Bissau (África Occidental).
Problemas para la salud sexual, reproductiva y mental
Por mucho que se intente resguardar bajo el paraguas de lo cultural, la MGF es una operación muy peligrosa que puede derivar en problemas para la salud sexual, reproductiva y mental de la mujer. En el momento que se practica (con cristales, cuchillos o con hojas de afeitar, entre otros instrumentos) y sin ningún tipo de medidas higiénicas, las complicaciones inmediatas más habituales son la muerte por shock neurogénico (producido por el dolor), hemorragia, tétanos o sepsis. Estos problemas pueden variar dependiendo de quién la practique, las condiciones en las que lo haga, el estado de salud de la niña y el tipo de mutilación que se lleve a cabo.
Sus complicaciones y daños en la salud pueden abarcar desde fiebre, hemorragia, problemas urinarios y conmoción hasta mayor riesgo en la transmisión del VIH o incluso la propia muerte
Pero, por desgracia, no todo acaba con la intervención. En ‘Ninguna hija mía será circuncidada’, un vídeo de Naciones Unidas en el que aparece la activista gambiana Jaha Dukureh —sometida a la mutilación genital y obligada a casarse cuando era una niña— constatamos cómo las consecuencias de esta práctica son también a largo plazo, dejando unas secuelas difíciles de superar, tanto físicas como emocionales.
En los días siguientes a la práctica, y más allá del dolor intenso, suele aparecer retención de orina, llagas abiertas en la región genital o lesiones graves de los tejidos. Cuando estas niñas se hacen mujeres, el dolor sigue persistiendo a lo largo de su vida, no sólo al tener relaciones sexuales, sino en el día a día. Además, pueden aparecer infecciones de orina y vesicales recurrentes, quistes, esterilidad y graves complicaciones durante el parto. A todo ello hay que sumar, por supuesto, la incapacidad por sentir placer sexual.
¿Cuáles son los derechos humanos que viola la mutilación genital femenina?
Aunque ya nos podemos hacer una idea del gran daño que ocasiona esta práctica en millones de mujeres, no debemos dejar de lado la gran cantidad de derechos imprescindibles que son violados al practicarla:
- Constituye una forma extrema de discriminación de mujeres y niñas
- Quebranta el derecho a la libertad, la salud y la seguridad
- Vulnera el derecho a decidir sobre la propia reproducción
- Actúa en contra del derecho a la infancia
- Representa un trato cruel, inhumano y degradante
Covid-19 y MGF
Actualmente, unas 3.600 niñas en nuestro país de entre 0 y 14 años estarían en riesgo de sufrir este tipo de mutilación, según datos de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género. A esto debemos sumar la situación provocada por el Covid-19, que hace más difícil prevenir su práctica y atender sus consecuencias.
“La situación que ha provocado la Covid en los centros de atención primaria ha hecho que muchas mujeres no acudan a su especialista, que no puedan expresar su situación y por tanto que no encuentren la solución o el apoyo que necesitan”, explica Mañero.
En Guinea Bissau la MGF afecta a más de un 45% de las niñas y mujeres de entre 4 y 49 años
En 2012, ante la situación que vivían muchas mujeres en España, la fundación desarrolló un proyecto en el que la prevención, la formación de profesionales sanitarios, la sensibilización y la reconstrucción genital de mujeres que habían sufrido la MGF eran sus principales objetivos. Este proyecto nació en colaboración con las comadronas del ICS (Instituto Catalán de Salud) y el apoyo de la Fundación "la Caixa", CaixaBank y de IM CLINIC, en Sant Cugat del Vallés. La iniciativa ha ido creciendo durante estos 10 años, llegando a atender a más de 200 mujeres, aunque actualmente el Covid-19 está dificultado enormemente el trabajo.
“La reconstrucción me ha ayudado a cambiar mi vida”
“La reconstrucción me ha ayudado a cambiar mi vida, a sentirme completa, pero sobre todo a no tener dolor y a vivir mi vida sexual como siempre debí vivirla, con placer y no con dolor”, explica Fama, una mujer senegalesa que se reconstruyó hace poco más de un año. “He hablado con mi familia, para que paren de hacer esto; no es bueno para las niñas, no es bueno para nadie”, continúa Fama.
El empoderamiento de las mujeres que han sido sometidas a la MGF es prioritario para que puedan levantar su voz contra esta práctica tanto aquí como en sus países de origen
“Son muchas las mujeres que han acudido a la fundación solicitando la reconstrucción, cerca de unas 200, pero poco más de un 10% acaban operándose. El resto sienten una presión tan grande de su entorno social, tanto en nuestro país como en su país de origen, que hace que no den el paso, a pesar de desearlo”, explica Ruth Mañero.

En este sentido, lo que si observa el personal sanitario es como algunas de las mujeres que deciden reconstruirse y dar el paso el paso se convierten en una referencia para otras, tanto aquí como en sus países de origen. “Se vuelven activistas en contra de esta terrible práctica, son capaces de hablar de los problemas de la ablación con otras mujeres africanas, superando así el tabú. Nuestra función es poder darles las herramientas para que se empoderen y levanten la voz contra esta práctica tan perjudicial”, asegura Mañero.
Pero el trabajo de sensibilización no viene solo del lado de las mujeres que la han sufrido, sino también del personal sanitario. Mañero explica que uno de los objetivos de la fundación es el de la formación del personal sanitario para que puedan acompañar mejor a estas mujeres, adolescentes y niñas que están sufriendo las consecuencias de la ablación o que podrían sufrirlas.
Luchar contra la ablación: erradicación plena para 2030
Son millones de mujeres las que han pasado y pasarán, hasta que se erradique, por esta rudimentaria operación. Pero, aunque la práctica se ha mantenido por más de mil años, hay motivos para pensar que se puede acabar con este procedimiento en una sola generación. Es por ello que las Naciones Unidas luchan por su erradicación plena para 2030, siguiendo el espíritu del Objetivo de Desarrollo Sostenible 5.
¿Qué se está haciendo hasta la fecha? Desde 2008, podemos decir que Naciones Unidas ha desplegado un programa mundial para acelerar la eliminación de la MGF dirigido por el Fondo de Población de las Naciones Unidas y UNICEF. Ese programa se centra en la actualidad en 17 países africanos principalmente.
A nivel estatal, hace más de un año, Clínicas Doctor Life y la ONG Mundo Cooperente firmaron un acuerdo para la distribución de Pulseras Masai en las clínicas Doctor Life, una iniciativa dirigida a mejorar las condiciones de vida y de futuro de mujeres vulnerables en Kenia y Tanzania. La ONG de cooperación al desarrollo trabaja de manera prioritaria para erradicar las peores formas de violencia contra mujeres y niñas, en especial la mutilación y los matrimonios forzosos.
A día de hoy, podemos decir que ha habido grandes logros en esta materia gracias a la intervención de numerosas organizaciones. Por ejemplo, más de 2,8 millones de personas realizaron declaraciones públicas para abandonar esta práctica perjudicial, y el número de comunidades que establecieron estructuras de vigilancia para rastrear a las niñas en riesgo se duplicaron, consiguiendo proteger a 213.774 niñas. Sin embargo, aunque la probabilidad de que una niña sea mutilada se ha reducido aproximadamente en un tercio con respecto a la cifra de hace 30 años, todavía queda mucho camino por recorrer en materia de sensibilización. Lo ideal sería que, para 2030, ninguna niña corriese el riesgo de ser mutilada por ser mujer.