Hasta hace no mucho, la palabra microbiota era una gran desconocida. Ahora, numerosos expertos nutricionistas hablan de la importancia de este conjunto de microorganismos vivos que se encuentran en nuestro intestino. Sin ellos, sería imposible mantener el equilibrio y el bienestar. De hecho, cada vez se conocen más datos sobre su importancia para la salud. Las últimas investigaciones apuntan hacia su influencia en el desarrollo de sistemas tan importantes como el inmunológico o el Sistema Nervioso Central. Ahora bien, ¿cómo influye la alimentación en las primeras etapas de vida? ¿Puede jugar un papel determinante en la configuración de la microbiota?
Los primeros meses de vida, como ya se sabe, son decisivos en la salud de los más pequeños. Incluso ya en la etapa perinatal es muy importante controlar el tipo de alimentos ingeridos y su cantidad. Un hecho al que se suma la comunidad científica al mostrar evidencias sobre cómo la salud y la nutrición durante los primeros meses de vida puede tener influencias a lo largo de toda la vida.
Y es que, parte de esa nutrición tiene mucho que ver con nuestra flora intestinal. Contar con una microbiota equilibrada facilita la digestión de alimentos, su transformación en energía y la eliminación de los excesos. Al contrario, su desequilibrio es un marcador en el origen de diferentes malestares físicos y emocionales.
Microbiota y alimentación
Como hemos mencionado, este conjunto de bacterias —que realizan una función protectora frente a enfermedades y agentes patógenos— colonizan el aparato digestivo desde el vientre materno. Conocer esta relación entre salud y nutrición desde los primeros meses de vida, abre un campo inmenso de “actuación para poder hacer tratamientos más individualizados y generar un desarrollo óptimo en las primeras etapas de la vida” señala la profesora Cristina Campoy, directora de la Cátedra Ordesa de Nutrición Infantil, en el marco de las VII Jornadas Científicas Internacionales organizadas por dicha cátedra.
Los primeros momentos de la vida son fundamentales a la hora de la colonización de nuestro intestino por parte de los microorganismos que nos acompañarán el resto de nuestra existencia.
De hecho, se conoce que la microbiota se va desarrollando a medida que avanza la vida. Es decir que la forma de la composición de estas bacterias no es la misma en la infancia y adolescencia que en la vida adulta. Pero en el desarrollo de nuestra flora interna existen ventanas críticas, siendo una de ellas los primeros mil días.

“Factores ambientales, genética del huésped, alimentación, modo de parto, exposición a los antibióticos o composición de la microbiota prenatal son algunos de los factores que pueden modular la microbiota tanto de la madre como del bebé”, señala el profesor John F. Cryan, jefe del Departamento de Anatomía y Neurociencia de la Universidad de Cork (Irlanda).
La alimentación es fundamental tanto en la programación perinatal como en la modulación de la microbiota desde el nacimiento y a lo largo de toda la vida.
Refuerzo del sistema inmunológico
En el caso de los bebés, la pregunta es: ¿Se puede entonces mejorar el sistema inmunológico controlando la microbiota a través de la alimentación? Según la Dra. Cristina Campoy, “los nutrientes funcionales afectan positivamente la inmunidad del huésped mediante la modificación del microbioma intestinal, ayudando a reducir las infecciones en la primera infancia”.
Fijémonos en un estudio dirigido por la Dra Campoy para entenderlo más a fondo. En este se han comparado tres grupos de bebés; uno de ellos alimentado con fórmulas enriquecidas con nutrientes funcionales bioactivos, otro con una fórmula estándar y una tercera de bebés alimentados con leche materna.
Los resultados obtenidos tras el estudio demuestran, efectivamente, que los primeros bebés presentaron menor incidencia de episodios infecciosos que las otras dos. En concreto, comparada con la cohorte de la fórmula estándar, la reducción fue muy significativa en infecciones respiratorias y gastrointestinales (un 30,2% menos en las primeras y un 32,5% en las segundas).

Si hablamos de nutrición e infancia en las primeras etapas de vida, no podemos dejar de mencionar un hecho: su fuerte impacto en el sistema inmunológico ayudando a su desarrollo. La lactancia materna, por ejemplo, promueve su maduración y protege de la aparición de infecciones y alergias alimentarias que pueden ser producidas por un desequilibrio entre los componentes inmunitarios.
¿Qué beneficios tiene además la leche materna en los bebés? “Esta cuenta con una serie de componentes importantes como el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), presentes también en la membrana de las células del sistema inmunológico”, explica Philip Calder, profesor de Inmunología Nutricional de la Universidad de Southampton (Reino Unido) en las Jornadas.
Según muestra el profesor Calder, los bebés alimentados con fórmulas que incluían estos ácidos tenían un riesgo menor de desarrollar una enfermedad alérgica o asma que aquellos que se alimentaban con fórmulas que no las incluían.
Alimentación y obesidad infantil
Una de las grandes preocupaciones de los pediatras y nutricionistas en los últimos años ha sido el aumento considerable de la obesidad infantil. Sobre todo, en niños de países más desarrollados, donde ha empezado a hablarse incluso de una pandemia invisible.
Como ya explicamos hace unas semanas, el sobrepeso no es un problema o ‘defecto’ estético, sino una enfermedad que puede conllevar importantes problemas de salud como la diabetes, la hipertensión, accidentes cardiovasculares o cáncer. Mantener una dieta saludable y equilibrada como la mediterránea puede ayudarnos a reforzar nuestro sistema inmunológico, además de reducir el riesgo de infección por coronavirus. Un aspecto a tener en muy en cuenta en el caso de los más pequeños.
Por todo ello, otro de los temas incluidos en las VII Jornadas Científicas Internacionales de la Cátedra Ordesa de Nutrición Infantil ha sido el impacto que la dieta temprana puede tener en el desarrollo de la obesidad infantil. El profesor Berthold Koletzo, catedrático de Pediatría en la Universidad Ludwig-Maximilian de Munich (Alemania) trabaja para comprobar si existe alguna relación entre el momento en el que se introduce la alimentación complementaria con la obesidad infantil. Realmente, ¿de qué manera influye?
Para responder a esta pregunta se realizó un estudio en el que participaron padres de más de 7.500 niños de seis países europeos, conocido como estudio ‘Toy-Box’. Aunque se pudo observar una asociación positiva entre el momento de la introducción de alimentos sólidos y la lactancia materna, no se pudo observar un riesgo significativo de obesidad cuando esta introducción se hacía de forma precoz entre 1 y 3 meses o cuando era algo más tarde, entre los 4 y 6 meses.
A día de hoy no existe ninguna asociación entre la obesidad y el momento de la introducción de la alimentación sólida.
Lo que sí podemos hacer para mejorar la microbiota de nuestro sistema, es mantener a raya los enemigos públicos del intestino. Entre ellos, algunos de los factores que pueden alterar tu flora intestinal son el estrés, el abuso de fármacos, la ingesta de azúcar refinado o las grasas oxidadas. Por otro lado, mantener un estilo de vida saludable a base del ejercicio físico y la ingesta de fibra vegetal —proveniente de alimentos como los espárragos, las alcachofas, los cítricos, la avena, las legumbres— puede ayudarnos a cuidar de nuestra microbiota y de la de los más pequeños.