El nombre de la Latina es de sobra conocido en Madrid. Hay un distrito llamado así, un barrio, un teatro, una estación de metro, un colegio y un instituto. Todos ellos homenajean a una mujer a la que recordamos poco, pero que tuvo un papel muy importante en la vida de la ciudad a principios del siglo XVI. Y también en la corte de Isabel la Católica: Beatriz Galindo, conocida por su sobrenombre de la Latina.
Beatriz era unos 14 años más joven que la reina. Había nacido en Salamanca hacia 1465. No se sabe demasiado de su infancia, pero parece que era miembro de una de aquellas familias de hidalgos sin demasiada fortuna que tanto abundaban en la Castilla de la época. Quizá contagiada por el extraordinario ambiente universitario de su ciudad, realizó estudios de gramática y de latín y a los dieciséis años era considerada un portento por su inteligencia y sus conocimientos de esa lengua que, por aquel entonces, era la lengua culta de toda Europa, en la que se entendían las gentes letradas y en la que se escribían los textos eruditos.
Cuando la joven Beatriz comenzó a ser reconocida, Isabel I era ya la formidable reina de Castilla. Pero la soberana conocía bien las debilidades de su formación: criada por una madre viuda y deprimida y secuestrada después por su hermano, el rey Enrique IV, mientras a su alrededor diversas personas aspiraban al trono, no había recibido la educación esmerada que ella misma consideraba imprescindible para la soberana de un estado moderno. Una vez que su poder estuvo firmemente asentado, la reina quiso cubrir sus lagunas y, entre otras actividades, decidió estudiar a fondo la lengua latina. Para ello no eligió a ningún sesudo profesor, sino a aquella joven humanista. Así fue cómo Beatriz Galindo se incorporó en 1486 a la corte de los Reyes Católicos y se convirtió en profesora de Isabel y de sus hijas y, además, en consejera de los monarcas. Ella fue sin duda la más relevante del grupo de damas cultivadas que acompañaron a Isabel en su reinado y que desarrollaron una valiosa labor de mecenazgo y protección, interesándose siempre por la actividad de otras mujeres.
Beatriz se casó con un hombre muy poderoso en la corte, y al quedarse viuda en 1501, se trasladó a vivir a Madrid, que aún no era la capital de España. Poseedora de una importante fortuna, la Latina llevó a cabo tres fundaciones de carácter religioso que cambiaron el aspecto y la vida de la villa. Dos de ellas fueron conventos de monjas de la orden concepcionista, establecida muy poco tiempo atrás por una de las damas de la madre de Isabel la Católica, santa Beatriz da Silva. Pero tal vez su creación más importante y generosa fuera el Hospital de la Concepción, también llamado de la Latina, que fue el primer hospital y albergue para pobres establecido en Madrid, en un tiempo en que la gente sin recursos era abandonada a su suerte. Fundado y mantenido con su dinero, el hospital estuvo activo hasta 1899, y fue la causa de que la zona en la que se encontraba, cerca de la Plaza Mayor, fuese conocida como barrio de la Latina.
Beatriz Galindo murió con setenta años, en 1535, tras haber demostrado a sus contemporáneos, junto con la reina Isabel, que las mujeres no eran tan estúpidas, débiles e incultas como la mayor parte de los hombres de su tiempo las querían, sino que podían ser igual de inteligentes que ellos y ejercer el poder con firmeza y sensatez.
ILUSTRACIÓN: JUDIT GARCÍA-TALAVERA