Abrimos las páginas de una reconocida revista de moda y, en un artículo sobre peinados fáciles y actuales, se ven cuatro rostros sonrientes. Tres son jóvenes, bellas, impecables. La cuarta foto es de Jane Fonda, con su pelo blanco y unas arrugas muy marcadas. Seguimos. Navegamos por distintas páginas web de tiendas de moda y aparecen cuerpos -y categorías de ropa a seleccionar- de todo tipo: altos, bajos, curvy, plus size, de talla XXS y de mujeres que superan los 50. Además, en algunos buscadores podemos indicar nuestra edad, forma de abdomen, cadera… todo para dar con la talla correcta. Parece que la industria de la moda se ha concienciado de que no existe un estándar de cuerpo, ni de belleza, que hay de todo y que ninguna talla, por grande o pequeña que sea, está reñida con el estilo.
Sabemos que no es nuevo, que hace unos años ya que la industria de la moda se vio afectada por las diversas críticas y exigencias por parte de un consumidor que hace un alto y claro llamamiento a la inclusión y la aceptación del cuerpo, de lo natural y de lo que es diferente. Cada vez más. Sin embargo, hablamos hoy de ello porque hay una pregunta que nos inquieta, y que sobre todo en estos momentos de confinamiento en los que parece que hay una incansable carrera por ver quién hace más fitness casero y quién tiene la vida más cool a pesar de todo, nos ronda en la cabeza. Y sobre todo nos ocurre en este momento porque creemos que si algo bueno ha aportado el coronavirus a nuestras vidas es el tiempo que tenemos para plantear nuestros valores, para cuestionarnos aquello que realmente importa, echar de menos, pero de verdad. La pregunta es si la industria de la moda afecta a nuestro bienestar, ¿o nuestro bienestar afecta a la industria de la moda?
Este mismo año Zara decidió unificar sus colecciones Mujer, Trafaluc y Basic en una misma colección Woman. Que lo haga una marca icono como esta es un claro indicativo de que algo está cambiando. Hay menos fronteras, más inclusión y no, ya no nos vestimos tan diferentes a los 20 que a los 40, y sí, hay cabida para todo tipo de cuerpos y edades. Y este es tan solo un ejemplo de lo que ocurre en un mundo en el que ser y aceptarse a uno mismo es la fórmula para ser verdaderamente feliz. Porque no hay perfil de Instagram ni cuerpo de dimensiones perfectas que valgan para sentirse bien. Lo que hace que uno se acepte es lograr no compararse con un estándar, no ver en el otro lo que uno no tiene sino ver lo que uno tiene y ha logrado con cada paso que ha dado. Y gracias a estos pequeños, y en algunos casos muy discretos, cambios, poco a poco lo lograremos.
Estamos convencidas de que los procesos de selección para aspirar a la pasarela siguen siendo muy estrictos, y en términos de igualdad y diversidad sigue habiendo mucho camino por recorrer. Sin embargo, nos atrevemos a decir que hay más diversidad en la industria de la moda. Y a lo que íbamos al inicio de este artículo: ¿cómo afecta a nuestro nivel emocional? Instagram, ¿ayuda a sentirse identificado, integrado o, todo lo contrario, es capaz de crear cánones de belleza que -ni mucho menos- pertenecen a una mayoría de mujeres o realidades que pueden considerarse ‘normales’? ¿Es la moda inclusiva, simplemente una moda? Y la lista de interrogantes sigue...
En Objetivo Bienestar no somos especialistas como para afirmar rotundamente con un sí o un no a estas cuestiones, pero sí que podemos mostrar a base de ejemplos los cambios que evidencian que hay factores que han influenciado la industria de la moda y, por suerte, lo vemos plasmado a día de hoy en una simple búsqueda de cualquier prenda o campaña de moda.