De invierno a primavera, pero sobre todo de verano a otoño. Éstos son los dos momentos del año en los que conviene arremangarse para hacer el cambio de armario. ¿Por qué más en el segundo? Fácil. La ropa de verano, siempre más ligera, puede convivir con algunas prendas de abrigo. Hay espacio para todo. Sin embargo, con el otoño piden paso, y mucho espacio, los chaquetones, cardiganes y jerséis que nos guarecerán del frío los próximos meses. Y ahí no cabe un alfiler.
Para que el cambio de armario no se convierta en un suplicio, aquí tienes un listado de consejos:
- Planificación. Ahora que el frío asoma tímidamente, sólo en momentos puntuales, es tiempo de plantear el cambio de armario. Hacerlo a toda prisa, con las bajas temperaturas acechándonos, nunca es buena opción. Procura encontrar un momento, seguramente del fin de semana, quizá ese rato tonto a media mañana, y mentalízate de que te llevará más tiempo del que te gustaría. ¿Dos horas? Seguramente. Así que pon buena música y despide a tu armario del verano.
- Limpieza. Con toda la ropa esparcida por la casa y el armario completamente desnudo, es momento de hacer una limpieza a fondo. Aprovecha para confeccionar alguna bolsa o saco de hojas secas y machacadas de romero o tomillo para mantener un buen olor.
- Prevención. Tiéndete una mano a ti mismo, procura dejar la ropa de verano limpia y bien protegida. Guarda el calzado en cajas y protege la ropa en fundas para que el siguiente cambio te parezca un paseo.
- Aprovechamiento del espacio. Es el momento de replantear cómo podrías guardar tu ropa para aprovechar mejor el espacio. Quizá puedes hacer algún retoque con respecto al año anterior.
- Orden. Llena de nuevo el armario con tu ropa de forma ordenada. Sólo un apunte: recuerda la sensación que produce abrir las puertas y verlo todo perfectamente colocado. Lo lógico sería que pusieras más al alcance aquellas prendas que te pones habitualmente para que el orden se prolongue al máximo.