Hay momentos que parece que nunca van a llegar, pero al final llegan. Y de repente un día, sin saber cómo, nos damos cuenta de que nuestros padres ya no se mueven como antes, no recuerdan si se tomaron la pastilla, acumulan achaques que les impiden realizar una actividad normal y valerse por sí mismos en ciertos aspectos. En ese momento tomamos conciencia de que comienza una nueva etapa para ellos (y para nosotros), y de que tenemos que adoptar ciertas decisiones para hacer que su día a día sea lo más cómodo y agradable posible.
En un escenario ideal, sería estupendo que sus propios hijos pudiéramos hacernos cargo de sus necesidades diarias, pero nuestra situación familiar y laboral no siempre nos permite que vengan a vivir a casa (ni ellos tampoco quieren, en muchos casos) o ir cada día a la suya para prestarles la ayuda que necesitan. Por tanto, nos vemos obligados a buscar apoyo externo. Y aquí vienen las dudas: ¿Qué hacemos? ¿Cuál será la mejor alternativa para ellos?
Lo primero que tenemos que hacer es un estudio de rutinas, para tener claro en qué tareas y en qué momentos del día necesita ayuda, y una estimación del presupuesto máximo con el que contamos
Lo primero que tenemos que hacer es un estudio de rutinas, para tener claro en qué tareas y en qué momentos del día necesita ayuda, y una estimación del presupuesto máximo con el que contamos. A partir de ahí podemos elegir entre un centro de día, una residencia o la asistencia domiciliaria.
Tipos de apoyos externos para gente mayor
El centro de día, por ejemplo, es perfecto para personas semidependientes que pueden frenar su deterioro gracias a la estimulación, ya que aquí pueden dársela de forma específica y especializada; y también cuando la persona está falta de compañía y apenas tiene relaciones sociales.
La residencia puede ser una buena alternativa para quienes se encuentran en un buen estado físico general y la utilizan más como un hotel, con la comodidad de que se lo den todo hecho y sólo tener que preocuparse de realizar actividades con las que entretenerse y relacionarse; o bien para aquellas patologías que, por el comportamiento del paciente (agresividad, violencia, ansiedad...) o por un estado de notable deterioro, no permiten tener una asistencia de calidad en su domicilio.
En el resto de los casos, la opción que prefiere la inmensa mayoría de las personas que presentan algún grado de dependencia (más del 80%, según nuestras propias estimaciones) es la de quedarse en su propia casa y recibir allí la ayuda que necesitan. Con esta fórmula pueden mantener su zona de confort, su entorno social y ciertas dosis de autonomía dentro de su condición de dependientes. Además, reciben un trato totalmente personalizado, más cercano y seguramente más emocional, hasta el punto de que, con frecuencia, se llega a crear un vínculo afectivo y de respeto que se acerca mucho a una relación familiar.
Consejos para una relación de éxito
A la hora de tomar la decisión de introducir a una persona externa en el hogar de nuestros padres es importante tener en cuenta una serie de aspectos para que la relación entre ellos fluya adecuadamente y todo funcione lo mejor posible. En primer lugar, hay que definir bien desde el inicio las necesidades y el alcance de las tareas del profesional, desde tareas domésticas (aseo personal, limpieza del hogar, labores de cocina) hasta sanitarias (suministro de medicinas, ejercicios de estimulación, curas, etc.).
Otro apunte importante es que no debemos confundir la ayuda a domicilio con la servidumbre (todavía ocurre muchas veces): el cuidador es un profesional que realiza un trabajo especializado, como lo hacemos cualquiera de nosotros en nuestros respectivos empleos.
No debemos confundir la ayuda a domicilio con la servidumbre
El tercer aspecto a destacar es la importancia de concederse mutuamente un periodo de adaptación, así como de fomentar una comunicación fluida con el profesional, tanto por parte de la persona dependiente como de sus familiares, que somos quienes, en definitiva, supervisamos esa relación.
En el caso de que el asistente se aloje en el domicilio las dietas corren a cargo del contratante, y deberá disponer de su propia habitación independiente con espacio de almacenaje para sus pertenencias, para garantizar su intimidad y su correcto descanso.
Por último, debemos recordar que no trabajan 24 horas, a pesar de que las circunstancias de su profesión puedan incluir pactadas horas de presencia y nocturnidad. Pero tienen derecho a dos horas diarias de descanso en las que pueden salir o realizar la actividad que deseen, así como un descanso semanal de 36 horas continuadas que deberemos prever si cubrimos con un familiar o con otro profesional.
Como consejo final, a la hora de elegir a la persona que cuidará a nuestros padres es importante que se trate de alguien con un equilibrio perfecto entre formación, experiencia y (sobre todo) vocación, pues vamos a depositar en sus manos una gran responsabilidad, y de ellos dependerá en gran medida que aquellos a los que tanto queremos se sientan bien atendidos, bien tratados, queridos y cuidados.
Ayudas a la dependencia
Toda aquella persona (mayor, niño, enfermo) que necesita de un soporte para poder desarrollar las tareas cotidianas de su día a día (ya sea una pequeña ayuda o un servicio integral) se considera dependiente, aunque eso, por sí mismo, no garantiza que vaya a recibir ayudas públicas.
Lo primero que hay que hacer es solicitar a los Servicios Sociales la valoración ‘oficial’ de su grado de dependencia, un proceso que puede extenderse entre seis meses y un año, dependiendo de las comunidades autónomas. De su resolución dependerá que tenga o no derecho a obtener un apoyo económico del Estado.
Existen tres grados de dependencia reconocidos, y en función del grado que se le asigne podrá optar a unas u otras ayudas, para las que se tienen en cuenta factores como la movilidad, la memoria o las patologías prescritas, pero también otros como la renta y el patrimonio.
En el caso de la asistencia domiciliaria existe el llamado “cheque servicio”, que concede entre 300 y 700 €/mes aproximadamente para subvencionar el servicio de ayuda a domicilio proporcionado por una empresa debidamente acreditada.
Guillermo Molina, director general de Felizvita