Las bombillas incandescentes desprenden una luz potente y agradable aconsejable para aquellas actividades que requieran de una exposición continua, como la lectura, el dibujo o la escritura. Tienen poca vida útil y, a la larga, esto las hacen más caras que otros modelos. Las halógenas son más duraderas, y se adaptan a pasillos y lugares donde se requiera mayor potencia, como terrazas y jardines.
Por otro lado, los fluorescentes son mucho más económicos y eficientes, pero su luz es bastante fría. Es mejor colocarlos en lugares como la cocina o el garaje. Para que nos duren más tiempo, se desaconseja encenderlos y apagarlos a menudo. Las bombillas de neón, por su parte, son una variante que llenan de color el hogar y son perfectas para una fiesta en casa.
El último grito en bombillas son los ledes de luz blanca o LED. Consumen hasta un 85% menos que las incandescentes y duran hasta 20 años. Ofrecen una luz cálida y sin parpadeos, y su encendido es casi instantáneo. Son ideales para el baño, el estudio, la mesita de noche y ahí donde busquemos mayor comodidad. Por último, las bombillas compactas no emiten parpadeo y desprenden una luz cálida y agradable, siendo ideales para sustituir a las incandescentes.
Encontrar la luz para cada cuarto
No todas las bombillas iluminan del mismo modo, y cada una se adapta a las diferentes necesidades del hogar. Repasamos los pros y contras de cada una de ellas.
