Quedamos con la modelo a mediados de mayo una cala de Tossa de Mar, en Girona donde luce biquini y neopreno sin ningún reparo en meterse en la todavía helada agua del mar. Allí nos cuenta cómo ha sido su carrera y en qué punto está ahora. El sentirse permanentemente expuesta es algo a lo que, confiesa, ya se ha acostumbrado. “De alguna manera hay que aprender a reinventarse y proyectar todo aquello que nos hace diferentes. Hay que saber tantear los recursos que uno tiene para irlos trabajando”, reconoce Mascó que más allá de la piel perfecta y un cuerpo de veinteañera destaca la importancia de saber crear una marca personal y transmitir una imagen creíble.
Ella no cree en la suerte. Cree en preparar el terreno para aprovechar las oportunidades que “no son cuestión de suerte o azar”, cuenta la modelo. Para ella “la buena suerte es crearse las condiciones adecuadas para que la suerte se nos instale en nuestras vidas de vez en cuando. Suerte es la suma de oportunidad y preparación”.
En su carrera fue definitivo apostar por seguir cerca de los suyos y en su campamento base, Barcelona. ¿Quién sabe cómo sería su vida si se hubiese establecido en Nueva York? “Yo siempre he querido llevar las riendas de mi carrera y opté por seguir trabajando por todo el mundo pero tomé como campamento base mi ciudad y mi gente”. Su gente es la que le transmitió unos valores sólidos, los que ella y su marido, con quien lleva 22 años casada, transmiten a sus cuatro hijas. Unas niñas, todas ya en edades adolescentes, a quienes trata de facilitar un ambiente muy familiar y ofrecerles todo el tiempo del que dispone. “Ver cómo se van haciendo adultas, con su forma de ser y pensar, es una etapa que estoy disfrutando”, confiesa la modelo.