Los alimentos funcionales son productos enriquecidos con una proporción de nutrientes beneficiosos para el organismo superior a los que tienen por naturaleza o bien alimentos modificados científicamente para que carezcan de componentes perjudiciales, mejoren la salud o que ayuden reducir riesgos de contraer enfermedades.
Algunos de los alimentos enriquecidos de mayor consumo son los productos lácteos, el azúcar, la sal y los condimentos. Las leches infantiles son la típica leche de vaca a la que le han añadido distintos nutrientes como vitaminas, fósforo y hierro para asegurar, así, que el niño las consuma y crezca mejor.
Es muy importante ser conscientes que estos alimentos no curan por sí solos y para que sean saludables deben ser un complemento de la dieta equilibrada, no un sustituto. Así pues debemos intentar cubrir todas las necesidades nutricionales con nuestra dieta, y en caso de que sea necesario, ingerir alimentos funcionales.
Los alimentos funcionales son muy útiles para aquellos que quieran garantizarse consumir una cantidad recomendada o exacta de nutrientes, para aquellos que quieran complementar una dieta habitual cuando no se cubren las necesidades básicas alimenticias, como es el caso de aquellos que padecen alguna intolerancia, o para aquellas personas que tienen niveles inferiores de algunas cantidades nutricionales. Se ha demostrado que sí ayudan a asimilar algunos minerales, a rebajar el nivel de colesterol y a estimular funciones inmunitarias.
Para que un alimento sea funcional debe cumplir algunos requisitos: consumirse en la dieta habitual, que sus efectos estén probados científicamente y que los ingredientes funcionales estén presentes de forma natural, modificados o añadidos.
Los alimentos enriquecidos nos llenan de salud
Leche enriquecida con calcio, huevos con omega 3 o yogures bifidus. La mayoría de población no consume los nutrientes necesarios y por ello cada vez vemos más productos enriquecidos para suplir esas carencias.
