Origami es una palabra japonesa que se traduce como papiroflexia. ORI significa doblar y KAMI, papel. Juntos forman la palabra origami, una forma de arte transmitida de padres a hijos a lo largo de varias generaciones. El origami implica la creación de complejas figuras de papel doblado con formas geométricas, de animales (peces, aves), de personajes de animación o de máscaras, por ejemplo. Algunas de ellas son tan sencillas que incluso los más pequeños pueden aprenderlas con relativa rapidez y sencillez.
Por un lado, el origami fomenta la estimulación física y mental. Se trata de una curiosa técnica que ayudar a desarrollar la coordinación entre el ojo y la mano, la motricidad fina y la concentración mental. Además, el uso de las manos estimula directamente algunas áreas del cerebro. Es por eso que el origami se utiliza en varios entornos terapéuticos, incluyendo la terapia del arte y la rehabilitación del ictus y otros accidentes cerebrovasculares.
Uno de los puntos fuertes de la papiroflexia es que desafía a sus practicantes a nivel cognitivo: estos deben seguir las instrucciones con rigor a la vez que aprenden nuevas habilidades. Las manos se vuelven activas y sus impulsos se envían al cerebro activando ambos hemisferios, izquierdo y derecho. También se ponen a trabajar las áreas táctiles, motoras y visuales del cerebro. Así, la práctica del origami es capaz de potenciar la memoria, el pensamiento no verbal, la atención, la comprensión de las tres dimensiones y la imaginación.
Origami, el arte que estimula el cerebro
El arte de doblar papel tiene efectos beneficiosos para la salud. Desafía a sus practicantes a nivel cognitivo, activa los dos hemisferios del cerebro y potencia la memoria, el pensamiento no verbal y la imaginación.
