A todos nos interesa saber las propiedades de los alimentos que consumimos, así como controlar la ingesta para conseguir una dieta equilibrada. Llevada al extremo, no obstante, esta tendencia puede convertirse en una enfermedad que influye negativamente en los consumidores. Según la Organización Mundial de la Salud, al 28% de la población occidental padece ortorexia, especialmente mujeres y adolescentes.
La ortorexia nerviosa empieza con hábitos saludables pero se convierte poco a poco en obsesión. Los ortoréxicos se imponen reglas de alimentación muy estrictas, eliminando de su dieta aquellos alimentos que ven como perjudiciales. Esto incluye huevos, lácteos, carnes rojas y grasas, hasta el punto que pueden carecer de algunos nutrientes esenciales. También incrementa la fijación por comer sólo verduras y la intolerancia al uso de algunos materiales en la cocina.
Las consecuencias de este trastorno incluyen un déficit de ciertas vitaminas y minerales, una sensación de culpabilidad relacionada con la alimentación, una desvalorización de uno mismo y un aislamiento social cada vez mayor. La perdida de peso y de capacidad física e intelectual también son dos de los rasgos más significativos, así como la masticación excesiva de los alimentos.
Ortorexia, la obsesión por lo sano
Controlar hasta la saciedad los ingredientes de la dieta o consumir sólo verduras son dos de los rasgos de este trastorno que afecta cada vez a más personas.
