«Cuéntame qué consumes y te diré el mundo que estás creando». Así terminaba el post sobre el consumo responsable que publiqué en Instagram el mes pasado y cuya repercusión no podía haberme imaginado con carácter previo.
Mi intención compartiendo lo que compartí, y que voy a tratar más a fondo en este artículo, fue poner a disposición de mi comunidad mi opinión acerca de la responsabilidad que tenemos y el poder que ostentamos en general en todo tipo de consumo.
Veamos, no se oferta aquello que no se demanda, mientras sigamos consumiendo programas de televisión del corazón se seguirán creando programas de televisión de ese tipo. Mientras continuemos comprando ropa fabricada en condiciones infrahumanas y violando los derechos humanos, las marcas seguirán viendo en ese tipo de fabricación un negocio súper rentable al que no se pueden resistir. Mientras sigamos poniendo nuestra atención en artículos sobre cómo conseguir los glúteos de mengana, la prensa y demás medios (bloggers, instagrammers, youtubers, etc) seguirán creando contenido sobre glúteos.
Parece evidente, pero no debe serlo tanto cuando continuamos consumiendo basura mientras nos quejamos de que solo hay basura.
Hagamos una lista de cosas que consumimos. Consumimos en restaurantes, cafeterías y discotecas, y también en mercados y supermercados. Consumimos ropa y zapatos, tecnología, libros, música, accesorios de todo tipo, electrodomésticos, etc. También consumimos contenido en redes sociales, prensa, radio y televisión.
Si pones toda tu atención en tu consumo y piensas que cada vez que compras algo, te quedas viendo un programa o decides dar tu like a una publicación, estás votando para que ese contenido o producto se siga ofertando (y por ello, creándose o fabricándose), quizás te empiecen a entrar ganas de realizar pequeños ajustes en tus compras o en el contenido en el que te detienes.
¿Qué piensas de esto?
Muchos de nosotros, cuando nos encontramos ante razonamientos como este, tendemos a pensar que es inútil que hagamos el cambio porque no tenemos repercusión real en cómo son las cosas. Eso pensé yo hace cuatro años la primera vez que me planteé la posibilidad de ser vegetariana y es un argumento que me han dicho miles de veces desde que lo soy y, bueno, ¿qué te puedo decir? Cuando llegan las elecciones, bien que salimos todos a votar y no pensamos que nuestro voto, por sí solo, no vale nada.
Pensamos que tenemos el derecho de votar y por ello vamos a hacerlo. ¿No crees que tu consumo podría ser el conglomerado de muchos pequeños votos que prestas diariamente en sociedad?
Hecha la introducción, voy con mi tema: tienes mucho más poder del que crees sobre el contenido que se publica en los medios.
Te lo digo yo, que creo contenido todos los días.
Redes sociales, ese lugar…
¿Qué crees que pasaría si, de pronto, el consumo de yogures de limón se dispara? Imagina que un día decides que amas los yogures de limón y te comes dos al día, cada semana comprarías más de una docena y te aseguro que la tienda o supermercado donde los compras lo va a notar y va a pedir más a fábrica.
La fábrica apreciará ese nuevo nivel de demanda y producirá más yogures de limón y, por tanto, cuando llegues al súper lo más normal es que el espacio destinado a los yogures de limón sea mayor. Vale, quizás por tu incremento en la demanda esto no ocurra, pero ¿imaginas toda una ciudad poniendo mucho interés en los yogures de limón? ¡Pronto habrá marcas especializadas en yogures de limón! ¡Y hasta yogures de limón gourmet!
Ahora traslademos este ejemplo a las redes sociales, blogs, YouTube e, incluso, revistas como la que estás leyendo en este momento. Si el video de cómo tener labios más carnosos haciendo ventosa con una taza tiene millones de visitas es porque millones de personas como tú y como yo lo han visto. Si yo fuera youtuber y veo que ese tipo de videos tienen más éxito que los que tratan sobre arqueología egipcia, ¿de qué crees que es más probable que haga mi próximo video?
No perdamos de vista que los creadores de contenido para redes sociales, prensa y marcas son personas que, en muchos casos, obtienen un ingreso extra por ello o que se ganan la vida de ese modo y, por tanto, deben atender a aspectos como: cuáles son los contenidos más solicitados por la comunidad, qué tipo de mensaje se busca y qué tipo de experiencia resulta más agradable a los usuarios.
Si el contenido de modelos ideales millonarias tiene más likes que cualquier otro tipo de contenido, ¿cómo podemos quejarnos de que solo haya modelos ideales con vida de millonaria en las redes? ¡Pero si es lo que estamos pidiendo!
¿Y la prensa?
Nos quejamos a menudo también del trabajo de redactores en prensa que solo atienden a temas banales, vacíos y amarillistas. ¿Pero no es acaso el contenido al que primero accedemos? Nos quejamos de la cantidad insostenible de programas del corazón que hay en televisión a todas horas, pero resulta que cuando queremos matar las horas ¡son precisamente esos canales los que ponemos!
El año pasado por estas fechas escribí un artículo sobre la operación bikini alternativa que tuvo bastante éxito y por el que, además, recibí buenísimas opiniones. Y bueno, claro está que el artículo gustó y fue bueno, ¿pero no fue acaso el tema operación bikini lo que trajo la atención del público? ¿No fue acaso esa demanda del tema operación bikini lo que me llevó a mí a escribirlo?
¿Y las marcas?
¡Las marcas! ¡Ese gran tema! Me decía una chica de Instagram que no tenemos responsabilidad alguna, ni poder, para cambiar las cosas porque las grandes marcas son las que llegan al público, las que mejor publicidad pagan y las que controlan los mercados.
Innegable, por supuesto, menos lo del control de los mercados. Mañana El Corte Inglés o cualquier otra tienda, puede lanzar una macro campaña de su sección de peletería y te aseguro que en mi casa no entrará un abrigo de piel. ¿Quién tiene el control sobre si yo compro o no compro un abrigo de piel? ¿La tienda? ¿La influencer de turno que lo pueda poner de moda? ¿O yo?
Otra chica me comentó un supuesto buenísimo de acceso a determinadas marcas o alimentos en función del poder adquisitivo de la familia donde nos podemos encontrar situaciones de «por no poder comprar leche ecológica, no voy a dejar a mis hijos sin leche». Nada que decir. De la misma forma que divulgo la necesidad de elegir y votar por los mejores productos, también entiendo la necesidad de elegir y votar en función de la posibilidad de cada uno, ya que cualquier otra cosa que diga respondería al inútil «si yo tuviera que… haría tal cosa».
Pero no hace falta llevar las cosas al extremo, no es todo o nada. Si no está en nuestras posibilidades hacer algo aunque creamos que sería lo mejor, podemos hacer otra cosa. Y quizás los alimentos a los que tenemos acceso no responden a nuestros valores, pero los libros, las revistas y las películas que compramos sí; y podemos comprar también marcas de cosmética no testada en animales, que puede ser igual de económica o más que otras que sí lo hacen.
Si dejamos de mirar hacia fuera y observamos nuestro interior, el interior de nuestro hogar, de nuestro armario o nuestra despensa, observaremos multitud de pequeños ajustes que podemos realizar para que nuestro consumo sea más coherente con el mundo que queremos dejar a nuestros hijos.
Al final de cuentas lo que me preocupa, y lo que quise poner de relieve sacando este tema en redes sociales, es que en este mal llamado primer mundo todavía pensemos que la responsabilidad de nuestro consumo depende de otros.
Me preocupa que votemos cada día con miles de pequeñas acciones. Desde la procedencia de nuestro café o el tipo de nuestra leche, la forma en que vamos a trabajar y la actitud con la que trabajamos, la comida, el libro que vamos a regalar a nuestra madre, el programa de televisión que vemos por la noche, la crema hidratante o la forma en que lavamos el coche. Absolutamente todas nuestras acciones son pequeños votos que están formando nuestro mundo.