El vino es un componente de la dieta mediterránea que, tomado con moderación, es saludable para el organismo. Se trata de una bebida con alto valor energético que contiene agua, alcohol, azúcares, ácidos orgánicos y sales minerales, además de sustancias colorantes y taninos con potente capacidad antioxidante.
Este producto tradicional heredado de generación en generación forma parte de nuestra cultura y es, junto al agua, una de las bebidas que se toman habitualmente en las comidas, reforzando incluso su sabor. Tomar una copa de vino durante la cena o mientras se cocina es una costumbre que, además del placer gastronómico que produce, resulta un excelente hábito con implicaciones saludables si se lleva a cabo con moderación.
Según varios estudios tomar una copa de vino tinto a diario se puede convertir en una buena terapia para el corazón, ya que los agentes nutricionales y las características naturales de esta bebida son efectivos como medida de prevención contra enfermedades coronarias y accidentes cerebrovasculares. Asimismo, la ingesta de vino contribuye a mejorar el funcionamiento del sistema cardiocirculatorio.
El vino es una buena fuente de polifenoles, que promueven las bacterias intestinales saludables para tener una flora intestinal equilibrada que nos proteja de diversas enfermedades. Los expertos aseguran que el resvetarol, que también encontramos en el vino, puede prevenir la aparición de ciertos cánceres y contribuye a retrasar la llegada de la demencia senil y el Alzheimer. Sin embargo, es necesario remarcar que la clave de sus beneficios está en la moderación y que no es saludable tomar más de dos vasos al día.
Una copa de vino como hábito saludable
Numerosos estudios demuestran que tomado con moderación y acompañando a las comidas, el vino resulta saludable para el organismo.
