Existe un animal que tiene un comportamiento extraordinario. Se trata de la zarigüeya de Virginia. Cuando se siente amenazada, actúa como la mejor de las actrices haciéndose la muerta. Su simulacro resulta tan realista que adopta una posición fetal, deja los ojos y la boca abiertos, la lengua fuera y reduce su temperatura corporal, el latido del corazón y la respiración. Incluso defeca, orina y suelta por sus glándulas anales un fluido nauseabundo semejante al olor que desprende la putrefacción. A cualquier depredador se le quitan inmediatamente las ganas de degustar semejante cadáver, porque eso exactamente es lo que la zarigüeya consigue reproducir con una precisión asombrosa.

La reacción protagonizada por este animal ha servido a la profesora Susana Monsó, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), para reflexionar sobre cómo las especies no humanas experimentan la muerte. En nuestro caso, suele decirse que somos los únicos animales con conciencia plena de que vamos a morir. Ese sería uno de nuestros rasgos distintivos frente al resto de seres vivos. Sin embargo, conductas como la mostrada por la zarigüeya quizás indiquen que hay otras formas de dar sentido o concebir dicho final luctuoso.
Además, "hacerse el muerto" es una práctica biológica extendida más allá del ejemplo de la zarigüeya y que recibe el nombre técnico de tanatosis. Algunas ranas cuando perciben peligro quedan inmóviles, dejan flácidas sus extremidades, la lengua colgando y su aliento lanza un desagradable olor parecido al amoniaco. A su vez, las serpientes de hocico de cerdo se retuercen como si agonizaran y segregan sangre por la boca. Si alguien las mueve o golpea, no reaccionan hasta que pasa de largo la amenaza.
El concepto de muerte, lejos de ser una característica exclusivamente humana, es un rasgo bastante común en el reino animal
Cambio de paradigma
Podría interpretarse que estos animales actúan de una manera refleja e inconsciente por adaptación natural. Igual que un insecto palo, gracias a la evolución, se mimetiza con el entorno sin tener consciencia de que aparenta ser un palo. Pero Monsó, autora de La zarigüeya de Schrödinger (Plaza & Valdés, 2021), donde reunflexiona acerca del posible "pensamiento" de los animales ante el acto de morir, tiene una opinión diferente. En un reciente artículo publicado en The Conversation, la profesora se preguntaba: "¿Qué hay de común en estar panza arriba completamente inmóvil, sin responder a las interacciones, con los ojos y la boca bien abiertos, mientras se segrega sangre y se defeca? ¿Qué hay de común en tener la lengua azul, oler a podrido, tener frío y no mostrar signos de respiración? La única explicación posible para que estas características se den juntas como parte del mismo comportamiento es que los animales estén fingiendo la muerte".