Volvió la mirada atrás y quedo atrapada por una telaraña de recuerdos. Creyó recordar que no estuvo tan mal, que en realidad no fue tan malo y que quizás ella fuera el origen de algunos de los problemas. Miró a sus recuerdos pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor, que antes todo era más fácil, más sencillo, más soportable. Miró tanto al pasado que se perdió entre recuerdos vagos y distorsionados.
El pasado, pasado está, pero a veces se cuela en nuestra vida utilizando a su buen amigo el recuerdo: un personaje especial, pintoresco e interesado, de mala memoria y peores principios. El recuerdo no dudará en distorsionar el pasado, en dulcificarlo y cambiarlo si hace falta. El recuerdo es un niño egocéntrico que reclama tu atención y que quiere tenerte a su lado a cualquier precio, cueste lo que cueste. El recuerdo no tiene mala intención pero se deja malaconsejar por su amigo el pasado y es capaz de dibujarte un escenario que jamás existió para poder disfrutar de tu mirada, para tenerte en exclusiva, para evitar que vivas en el presente y que diseñes un futuro. El recuerdo aprovecha cualquier oportunidad para colarse en tu vida.
Cuando te sientas melancólica has de saber que andas algo debilitada, baja, débil. Cuando sientas la nostalgia no la niegues, mírala, pero no te quedes anclada en ese agridulce estado de letargo. La nostalgia es el mejor indicador de que debes hacer algo para enriquecer tu vida. A veces tenemos que promover el cambio, que tomar decisiones –sí, las decisiones que no tomamos no nos duelen– e imprimir un giro a nuestro presente para poder seguir disfrutando de nuestro futuro en vez de quedarnos anclados en un pasado algo irreal.
Si no quieres que el pasado te atrape no olvides la estrategia del retrovisor. Nuestro pasado, como el retrovisor de nuestro coche, es absolutamente necesario; no obstante hay unas máximas que debemos seguir si no queremos tener un accidente en la carretera o en nuestra vida. Debemos mirar el retrovisor en algunas ocasiones, en determinadas maniobras. De la misma manera debemos mirar el pasado como trampolín e impulsor ante determinados cambios o iniciativas.
No podemos fijar nuestra atención en el retrovisor ya que estaremos descuidando peligrosamente la carretera por la que estamos circulando. De la misma manera no debemos quedarnos anclados en el pasado, ya que si así lo hacemos nos estaremos perdiendo un interesante presente. El retrovisor distorsiona la imagen que refleja, a veces la hace mucho más pequeña y otras veces distorsiona la forma o la velocidad. De la misma manera nuestro pasado nos brinda recuerdos distorsionados a los que tenemos que hacer caso relativo, de la misma forma que debemos contextualizarlos adecuadamente.
Por tanto, querida lectora, si alguna vez sientes la necesidad de volver la vista atrás, no olvides la estrategia del retrovisor: míralo de reojo y no más de un instante ya que quien fija su mirada en el retrovisor no puede ver lo que tiene por delante en la carretera; y, de la misma manera, aquel que fija su mirada en el pasado, no puede disfrutar de las cosas buenas que la vida le pone por delante.