Los habitantes de las conocidas como zonas azules son aquellas personas que disfrutan de más longevidad del planeta. Aunque se sitúan en distintos puntos del globo, con tradiciones culturales tan diferentes como las de la isla japonesa de Okinawa; las islas de Cerdeña, en Italia, e Icaria, en Grecia; la península de Nicoya, en Costa Rica, y Loma Linda, en California, todas ellas comparten algunos puntos en común.
Entre ellos, una alimentación basada en productos frescos y sin procesar, con gran cantidad de vegetales de temporada y proteínas y grasas de calidad; las relaciones personales de calidad y el sentimiento de tribu o de pertenencia estrecha a un grupo; un estilo de vida lento y pausado, sin estrés; o, por supuesto, la actividad física regular.
Nuestro cuerpo envejece y se atrofia por dejar de utilizarlo y no tanto por cumplir años
Estas zonas son los puntos del planeta en los que viven más cantidad de centenarios del mundo, y lo hacen disfrutando de una gran calidad de vida. Pero en movimiento, siempre en movimiento.
¿Sabes lo que eso significa? Que más allá de los tópicos y de las creencias populares, nuestro cuerpo envejece y se atrofia por dejar de utilizarlo y no tanto por cumplir años.
Por qué es tan importante la actividad física en la tercera edad
Aunque los habitantes de las zonas azules raramente entrenan, están en movimiento constante: se desplazan principalmente caminando o pedaleando en bici, cultivan su propio huerto, cargan pesos de un lado a otro, salen a bailar o realizan un montón de actividades manuales de bajo impacto que los mantiene en activo la mayor parte del día.
Todo ello hace que la pérdida de masa muscular sea mucho menor que la de nuestros abuelos, tienen muchas menos caídas, más flexibilidad y muchas menos enfermedades crónicas relacionadas con estados inflamatorios de bajo grado.
La actividad física mantiene mucho más joven tanto el cuerpo como la mente
Por supuesto, todo ello tiene un impacto enorme en su salud mental y emocional: todas las células de su cuerpo, incluidas las del cerebro, se mantienen más oxigenadas y, por tanto, más jóvenes, lo que repercute también en una mejor actividad cognitiva, además de en un estado de ánimo mucho más positivo y resiliente que contribuye a hacerles sentir mucho más felices, útiles y dichosos. Por todo ello, los índices de ansiedad o depresión entre su población son absolutamente irrisorios comparados con los nuestros.
Como trasfondo, además, debemos tener en cuenta el significado que estas sociedades dan a la vejez: a los abuelos se les considera sabios que han acumulado una experiencia maravillosa que les permite seguir siendo más que útiles a su comunidad.

Movimiento contra el deterioro físico y cognitivo
La clásica figura del abuelo sentado la mayor parte del día mirando la televisión debería empezar a cambiar por aquella de las personas sénior activas, alegres y en plenas facultades.
Y es que, más allá de nuestra predisposición genética, muchos estudios han confirmado que el proceso de envejecimiento depende en gran medida de nuestros hábitos diarios. Así, según cómo vivamos, podemos acelerar o bien frenar este proceso natural.
El proceso de envejecimiento depende en gran medida de nuestros hábitos diarios
Incorporar ejercicio físico en la rutina diaria de las personas que superan la década de los sesenta ayudará pues a combatir el deterioro físico y cognitivo, además de representar una forma muy motivadora de ocio con la que enriquecer la vida social, que debe ser lo más abierta y saludable posible.
Si lo hacemos, veremos cómo las personas de la tercera edad consiguen controlar algunos de los problemas de salud más típicos de los abuelos de las sociedades industrializadas: el colesterol, la hipertensión o las enfermedades óseas, articulares o musculares, además de mejorar la capacidad respiratoria, combatir el insomnio, lograr un mejor estado de ánimo y, por supuesto, vivir más años y hacerlo con mucha más calidad de vida, más plenitud y más felicidad.