Cada vez más adultos descubren los beneficios de la práctica del yoga para cuerpo y mente. Y, si es tan bueno para los mayores, ¿por qué no lo iba a ser para los niños? Precisamente, aspectos del yoga como la adquisición de una mayor conciencia de nuestro cuerpo, adoptar buenas posturas o el trabajo de la elasticidad, son fundamentales también en el desarrollo de los más pequeños. De hecho, existen ciertos trastornos de déficit de atención e hiperactividad para los que la práctica del yoga ofrece beneficios demostrados, gracias a que refuerza la capacidad de autocontrol y la atención en el instante presente. A través de esta práctica, nuestros hijos pueden aprender a conectar consigo mismos y con quieres les rodean, y, en última instancia, gozar de una experiencia vital más plena y satisfactoria.
¿A partir de qué edad pueden empezar a hacer yoga los niños?
La edad recomendada para que los peques puedan conectar con esta práctica es entre los 3 y 4 años. Al ser edades muy tempranas, se suele agrupar a los niños en pequeños grupos en función de las necesidades de cada etapa. Así, mientras que con niños de 3 y 4 años se trabajan aspectos relacionados con la estimulación de los sentidos y el movimiento, en edades más cercanas a los 8 años se empiezan a desarrollar otras habilidades: visualización, conocimiento, etc.
Si nunca has asistido a una clase de yoga para niños, es posible que te cueste imaginar cómo es. Pues bien, aunque los beneficios son muy similares a la práctica que siguen los adultos, las clases para niños son un mundo totalmente aparte. La práctica consiste sobre todo en jugar y que los peques lo pasen bien, y para ello se utilizan canciones, cuentos, bailes, dibujos, mandalas y otros recursos a través de los cuales se integran posturas o asanas, técnicas de relajación, etc.
¿Cuáles son los beneficios que obtienen los niños?
Conexión: las actividades de conexión ayudan a los niños a vincularse a sus experiencias y dotarlas de sentido.
Respiración: la respiración es una de las herramientas más potentes de la autorregulación. Las prácticas de respiración contribuyen a que los niños reduzcan la ansiedad, estabilicen sus niveles de energía y consigan una sensación de paz y seguridad física.
Movimiento: las actividades dinámicas se basan en posturas de yoga que ayudan a los niños a mantener un estado de atención alerta en el que la conducta hiperactiva se minimiza.
Concentración: la práctica del yoga enseña a los niños a aplicar su concentración paso a paso, lo que permite una mejora progresiva y abre el camino a que vivan experiencias de una forma más plena.
Relajación: el yoga ofrece a los niños herramientas para el descanso, la relajación y la recuperación. Como sabemos, los niños pueden ser muy inquietos, y este tipo de actividades les permiten revitalizarse incluso cuando tienen dificultades para dormirse.