Nadar es, junto a correr, una de las prácticas deportivas más antiguas de la historia de la humanidad, que ofrece múltiples beneficios para aquellos que lo practican. Sea en el mar o en la piscina, en solitario o acompañado, el ejercicio en el agua mejora la salud física y psicológica, ya que podemos considerarla como una actividad enmarcada en los beneficios que aporta la terapia de agua contra el estrés.
El ejercicio en el agua mejora la salud física y psicológica
Se trata de una actividad aeróbica que también nos permite trabajar la fuerza de los distintos grupos musculares de nuestro cuerpo que se ven sometidos a la resistencia del agua. Es por ello que representa una buena manera de mantenernos en forma, elevar las pulsaciones de nuestro corazón y activar el sistema cardiovascular, trabajar la fuerza y, por supuesto, trabajar la movilidad.
De hecho, la natación es especialmente recomendable para todas aquellas personas que sufren problemas de articulaciones como artritis o artrosis, que se están recuperando de una lesión, que tienen mucho sobrepeso o que se encuentran en estado de gestación. El motivo es que el movimiento dentro del agua no genera impacto en nuestras articulaciones y no las daña, además de aportarnos una sensación de mucha más ligereza y alivio muscular.
Por este motivo, las ya famosas clases de aquagym se han convertido en un básico para embarazadas o para muchas personas de avanzada edad que siguen queriendo mantenerse en forma.
Entre los beneficios de la natación y de la mayoría de deportes acuáticos encontramos la mejora de la circulación sanguínea y de las funciones cardíacas y pulmonares, el aumento de la resistencia y la estimulación del metabolismo, que incluye el óptimo equilibrio físico y psicológico. Además, la ingravitación, a la que no estamos acostumbrados, enriquece nuestra capacidad de movimiento y ayuda a desarrollar la coordinación motriz.

Terapias acuáticas contra el estrés
Aunque ahora podemos disfrutar de piscinas cubiertas y bien climatizadas, nuestros ancestros no disponían de este tipo de comodidades y practicaban la natación en plena naturaleza, desde el mar o el océano hasta ríos y lagos. Sin duda, una forma excepcional de poner en práctica la terapia de frío, de beneficiarnos del agua de mar y de fortalecer nuestro vínculo con el entorno natural.
Flotar puede convertirse en una beneficiosa práctica de atención plena con poderosos efectos relajantes
Sea como sea, y aunque nades en una piscina de agua temperada o caliente, la natación te aportará una gran inyección de energía si la practicas por la mañana, o bien puede ayudarte a relajarte y aliviar las tensiones acumuladas si lo haces por la tarde o al anochecer. Según la intensidad y el momento del día en que la practiques, conseguirás un efecto más estimulante o más reparador.
No olvides, además, pasar unos segundos o unos minutos sencillamente flotando sobre el agua, lo que te ayudará a reducir el estrés, despejar la mente, descargar tensiones musculares o, incluso, aumentar la efectividad de los tratamientos anti-tabaco. El motivo es que, si lo hacemos correctamente, podemos considerar la flotación como una buena práctica de mindfulness y disfrutar de todos los beneficios de la atención plena dentro del agua.