La sexualidad no es una ciencia exacta, una misma persona no tiene por qué reaccionar igual al sexo durante toda su vida, sino que flutúa a lo largo de los años o dependiendo de las situaciones que experimente. Lo más importante es saber administrar bien los sentimientos. ¿En cuál de ellas te ves reflejada?
1. Intentando un embarazo
El sexo para quedarte embarazada no tiene que ser diferente al sexo por placer, pero a menudo la preocupación por los días fértiles y la incertidumbre por las probabilidades de embarazo provocan un aumento de la ansiedad. Y, desde siempre, la ansiedad y la sexualidad no han sido buenas amigas. De todas maneras, planificar tus relaciones sexuales puede ser una ventaja: organizad previamente el encuentro con un ambiente que os apetezca, desconectad los móviles y aunque el coito sea de obligado cumplimiento, no os olvidéis de jugar, de los masajes, de las caricias y del buen humor.
2. Proceso de reproducción asistida
Adentrarse en un procedimiento médico tan complejo y de larga duración puede afectar de manera directa a las funciones lúdicas y de relación en la sexualidad personal y de pareja. No está de más recurrir a la ayuda de un profesional de la psicología o de la sexología especializado en infertilidad para prevenir muchos de los efectos secundarios que puedan aparecer. En estos casos es aún más importante la comunicación activa con tu pareja, desde las emociones que comporta el diagnóstico y el tratamiento hasta la parte más sexual o afectiva. Es mejor no dar nada por supuesto ni inferir pensamientos o deseos del otro y no forzar demasiado los momentos sexuales, si no apetece.
3. Durante el embarazo
Hay que destacar que durante el embarazo a la mujer no le salen alas, es decir, no se convierte en un ser asexual. Has conseguido el objetivo de la fecundación, pero las funciones de placer y de relación siguen estando presentes. A excepción de alguna complicación o contraindicación por el profesional que te asesore durante la gestación, practicar sexo no es perjudicial durante el embarazo. Al contrario, es muy importante conservar el erotismo y la vida sexual con tu pareja. A medida que el embarazo avance te encontrarás más cómoda con posturas que no te opriman la tripa o utilizando diferentes tipos de cojines para hacer más cómoda la relación sexual. En esta etapa resulta imprescindible una buena comunicación sexual para consensuar frecuencia, posturas y también compartir amor, pasión y afecto.
4. Si acabo de tener un bebé
Después del parto tu cuerpo produce menos hormonas sexuales y libera prolactina. Todo ello, unido a la recuperación del parto o de la cesárea y a la reorganización familiar para adaptarse al cuidado del bebé, hace que sea normal que tu sexualidad pase a un segundo plano. Quizás al inicio de esta etapa no te apetezcan las relaciones sexuales tal cual, pero sí intimidad, de manera que reclámaselo explícitamente a tu pareja. Poco a poco irás recuperando tu respuesta sexual, aunque es habitual que el sexo pierda una pizca de espontaneidad. Cuando lo creáis oportuno, pedid ayuda a familiares o amistades y programad tiempo para estar juntos y solos, e ir recuperando progresivamente el deseo y la complicidad como pareja emocional y sexual.
5. Si estoy más centrada en la crianza que en la pareja
Cuando se tienen hijos de corta edad es habitual que el tiempo que antes se dedicaba a uno mismo y a la pareja quede reducido a su mínima expresión, y hay que aceptarlo como una cosa normal, si bien pensando que es transitorio. Es preciso adaptarse porque seguro que habrá una disminución del número de relaciones sexuales. Intentad compartir y organizar entre los dos las tareas cotidianas para ganar momentos tranquilos entre ambos e invertirlos en afectividad y sexualidad. Ayudaos de la familia o las amistades para tener de vez en cuando unas horas o un fin de semana para vosotros solos. Te aseguro que no pasa nada porque dejes abandonada a tu prole durante unas horas o una noche.
6. Diagnosticada con una enfermedad crónica
Determinadas enfermedades crónicas y sus tratamientos farmacológicos o quirúrgicos pueden tener consecuencias negativas en tu sexualidad. Unas veces porque provocan dolor –y en sexualidad el dolor suele ser incompatible con el placer–, otras porque son invalidantes en algunas esferas relacionadas con el sexo, y a veces los tratamientos tienen efectos secundarios sobre el deseo o el desempeño sexual. No dudes en preguntar al especialista si la enfermedad diagnosticada o el tratamiento recetado tienen efecto sobre tu respuesta sexual. Tener información puede predisponerte a tener el efecto secundario pero, poniéndote las gafas optimistas, podrás adelantarte a algunas consecuencias adversas.
7. Pareja diagnosticada con una enfermedad crónica
Aunque una parte significativa de las personas que padecen una enfermedad crónica presenta algún tipo de disfunción sexual, la mayoría no lo plantea a su médico de referencia. En el caso de los hombres, determinados efectos derivados de la propia enfermedad o las terapias médicas o quirúrgicas empleadas, como la disfunción eréctil, pueden afectar de manera significativa no solo a la esfera sexual sino también a su autoestima en general y a la aparición de problemas de salud mental añadidos, como la ansiedad o la depresión. Es importante que te impliques en todo el proceso, que no se interrumpa la proximidad física y afectiva y que consensuéis posturas facilitadoras o alternativas al coito, si fuera necesario.
8. No puede penetrarse
Es una de las problemáticas sexuales que provoca más angustia porque las mujeres que sufren vaginismo son conscientes de que algo extraño pasa en sus genitales. Es la contracción involuntaria de la musculatura que envuelve la abertura de la vagina y su tercio externo. Puede haber causas físicas que la provoquen, pero en la mayoría de casos tienen factores psicológicos en su origen o en su mantenimiento. Aunque quizás tú y tu pareja os habéis adaptado a la situación no practicando el coito, una buena noticia: es una disfunción con un buen pronóstico en manos de profesionales expertos y pacientes motivadas.
9. Dolor durante la penetración
La penetración es posible, pero con molestias e incomodidad para ti. Si el malestar es circunstancial puede deberse a una lubricación inadecuada porque no estás suficientemente excitada. O bien sea porque te encuentres en alguna de las dos situaciones más propensas a la sequedad vaginal: el posparto y la menopausia. La dispareunia (o coito doloroso) está más relacionada con factores orgánicos que psicológicos, así que ante cualquier malestar durante la relación sexual no dudes en consultar a tu médico de referencia.
10. No llega el orgasmo
En algunas mujeres la presión por llegar al orgasmo ante su pareja les provoca tal ansiedad que acaban bloqueándose. En otros casos, sus parejas o ellas mismas no se proporcionan una estimulación adecuada y se quedan a medio camino. Es importante tener en cuenta que cada mujer, como cada hombre, es única y que la comunicación sexual sobre lo que cada una necesita para abandonarse al placer, es vital. No pasa nada porque te estimules delante de tu pareja o le enseñes a él a tocarte, si eres más clitoriana. También acepta que el sexo es un juego en el que el proceso es también importante, no solo el final, así que propón lo que necesitas para que el camino te acabe llevando al orgasmo, sin sentirte obligada.
11. Sin ganas
Es el motivo por el que consultan más mujeres, aunque últimamente las cantidad de hombres que acuden por falta de deseo está aumentando significativamente. El origen puede ser orgánico o un efecto secundario de determinados medicamentos – como ansiolíticos o antidepresivos-, pero una de las principales causas es la calidad de la relación. Si no te sientes satisfecha respecto a tu relación, no solo en la cama, sino también fuera de ella, tu deseo irá disminuyendo de manera progresiva. Si además te sientes agotada por dobles o triples jornadas, tu nivel de energía física, mental y sexual está bajo mínimos y te costará animarte a tener relaciones sexuales al final del día. Si te preocupa tu falta de deseo, replantéate qué crees que es lo que no acaba de funcionar, háblalo con tu pareja y si no encontráis una solución los dos solos, buscad ayuda profesional.
12. Pareja con un problema sexual
Hay que diferenciar si la pareja es esporádica o estable. En el primer caso, es mejor no darle mucha importancia y empatizar con el otro: cualquiera puede sufrir puntualmente una dificultad sexual. En la pareja estable la reacción será diferente si tenías un buen nivel de satisfacción sexual anteriormente. Es importante comentarlo con la pareja, sin presionarlo en exceso, y sobre todo explicarle en primera persona cómo te sientes, manifestándole tus miedos y cómo todo te afecta. Por mi experiencia, si el hombre demora en exceso la búsqueda de soluciones, se acaba produciendo un distanciamiento sexual y emocional que acaba pasando factura, y cuando al final se decide recurrir al especialista la mujer no se suele mostrar tan colaboradora.
13. Miedo a las ETS
Algunas personas se inhiben de practicar relaciones sexuales por miedo a contraer una enfermedad de transmisión sexual. Está claro que el riesgo cero no existe y en cualquier conducta humana va implícito un imprevisto o un cierto peligro. Ahora bien, la probabilidad de contagio disminuye mucho si se utilizan correctamente métodos de barrera tanto en los diferentes tipos de coito, vaginal y anal, como en el sexo oral: condones masculinos, condones femeninos y barreras de látex bucales. Busca información sobre su uso correcto y no te cortes a la hora de utilizarlos con las posibles parejas.
14. Separados por motivos de trabajo
En general, puedes estar viviendo en una de estas dos situaciones diferentes: siempre habéis vivido juntos y, por diversas razones debéis vivir separados; o bien ya has iniciado tu relación con alguien estando ambos en lugares distintos. En el primer caso, tendréis que reorganizar vuestra relación y aprender a vivir separados. En «si vale la pena intentarlo y comprometerse». En ambas situaciones es importante ayudarse de las tecnologías también para el sexo, pactar de manera honesta el grado de fidelidad sexual y no distanciar demasiado lo encuentros presenciales. Y cuando los encuentros lleguen, que las ganas acumuladas no os jueguen una mala pasada porque la ansiedad no se lleva bien con el desempeño sexual y seguro que hay más temas pendientes e importantes que no solo el sexo.
15. A la cama con amigos
Popularmente se tiene la idea de que tener sexo con un amigo puede acabar con la amistad. Pero no es del todo cierto, sobre todo si es una amistad sólida y de larga duración. Para prevenir problemas lo mejor es que os sinceréis respecto a vuestras expectativas, teniendo en cuenta que no es una relación formal, ni que será muy prolongada en el tiempo y que si el sexo no es del todo satisfactorio para alguno de los dos, dejaréis de practicarlo, pero continuaréis con la amistad. Eso sí, ten en cuenta que si tienes sexo con tu mejor amigo, los estudios pronostican una probabilidad nada desdeñable de un 50% de acabar siendo pareja y además exitosa, porque las parejas que han comenzado como amigos y pasan a ser novios suelen durar mucho más.
16. Infidelidad de tu pareja
La decepción es la emoción más frecuente vinculada a la infidelidad: saberte engañada seguro que te ha producido un cúmulo de sentimientos negativos hacia tu pareja que degradan la imagen que hasta el momento tenías de ella, y restaurarla no siempre resulta fácil ni viable. Lograrlo cuesta y no es tan sencillo. Date tiempo para la reflexión, exige a tu pareja la máxima sinceridad sobre lo sucedido, aunque sin los detalles sórdidos, y sé tu también sincera con él y con lo que deseas. La clave es el restablecimiento de la confianza por ambas partes, intentando no mirar constantemente hacia atrás y marcando unos pactos que se tienen que cumplir por los dos en el presente y en el futuro.
17. Infidelidad por tu parte
La persona infiel lo es por propia iniciativa, no valen excusas ni justificaciones. Si te sientes mal es porque no solo has incumplido el pacto previo de exclusividad sexual y emocional que tenías con tu pareja, sino que lo has roto contigo misma. Si el affaire ha sido algo ocasional y no ha representado nada demasiado importante para ti, trágate la culpa e intenta mejorar tu relación de pareja, si crees que algo no anda bien. Si por el contrario, la infidelidad te está provocando un replanteamiento serio de tu relación, date un tiempo para enfrentarte a tus propios sentimientos y emociones, y poder tomar una decisión.
18. Acostándote con un ex
Es frecuente que durante el proceso de separación o incluso un tiempo después, puedas tener relaciones sexuales con tu expareja. Los vínculos no se rompen de manera tan rápida como nos gustaría y es normal que todavía te sigas sintiendo más cómoda, segura y desinhibida con él porque te conoce y le conoces íntimamente. Ahora bien, nunca puede ser la excusa para no enfrentarte a nuevas relaciones sociales. Seguramente empezar de nuevo es un reto y te genere cierta ansiedad, pero si te separaste, tuviste tus motivos y quizás es el momento de darle la oportunidad a otras personas.
19. Lío en el trabajo
No te sientas extraña, es muy habitual que entre compañeros de trabajo que pasan mucho tiempo juntos pueda surgir una atracción sexual. Ese flirteo puede acabar en una relación sexual y tendrás que decidir si te conviene o no de manera más fría, y actuar en consecuencia. Los estudios sugieren escapar de relaciones sexuales con jefes y subordinados porque hay más probabilidades de que tengan efectos secundarios poco agradables en el entorno. Aunque si la relación es igualitaria y los dos tenéis los objetivos claros, no tiene por qué repercutir en el ámbito laboral, ni suponer daños colaterales para vuestro futuro profesional. Eso sí, la discreción ante el resto de los compañeros será un punto a vuestro favor.
20. Pareja abierta
Conceptos como la fidelidad y la exclusividad sexual y emocional, están experimentando cambios y algunas personas se los replantean después de una infidelidad, de sucesivos fracasos, bien para añadir más chispa y alicientes a una relación que ha caído en la rutina. Incorporar determinadas normas requiere de una decisión individual meditada y del consenso con la pareja. No te sientas obligada a aceptarlas.