Está comprobado. Unos minutos al día de meditación y sosiego ayudan a cualquier mortal a controlar sus emociones. Lo que muchos desconocen es que esta ancestral técnica de conexión con tu yo interno funciona como una especie de Viagra mental: azuza las ganas de tener sexo, mejora su calidad e intensidad y te ahorra los efectos secundarios de cualquier medicamento. Además, es gratis. ¿Te animas?
Aquí van 8 razones de por qué meditar te hará tener mejor –quizá también más– sexo.
1. Vas por la vida relajada
Párate a pensarlo: vas acelerada, entras en la clase de spinning en el último nanosegundo, te sientas a toda prisa y sales como una exhalación al terminar porque no llegas al Mercadona. Eres de esas personas que van con cara de velocidad por la vida, incapaces de darse cuenta de si su media naranja está en la bici de al lado. Meditar nos aporta calma, nos relaja el gesto y nos predispone a disfrutar de la vida, de los que nos rodean… y lo que surja.
2. Disfrutas del ahora
Meditar o cualquier otra forma de mindfulness te ancla al presente. Tienes que dejar de lado los problemas de hoy en la oficina y lo que se te viene encima para los próximos días. Es tu momento, tus minutos de ahora para ti. Cuando dominas eso significa que eres capaz de hacer un paréntesis en tu vida y entregarte de pleno a disfrutar de una buena ración de placer corporal.
3. Aumentas tu percepción
Igual que si te concentras eres capaz de detectar infinitos matices olfativos en un perfume o en un vino, si sabes centrarte en tu «yo», en el momento presente y en lo que tienes entre manos, multiplicas tus sensaciones. Y eso ya sabes en qué se traduce en la intimidad.
4. Ayuda a descansar
En vez de quedarte un tiempo infinito trasteando con el móvil antes de acostarte, dedica a ese tiempo a meditar. Tu pulso desciende, te vas relajando y coges mejor el sueño. Y cuando duermes como un bebé, te levantas descansada y con ganas de lo que venga y cuando venga. En cambio, si vas todo el día cansada, al caer en la cama lo único que te apetece es… dormir.
5. Menos estrés, más ganas
Esta es la piedra angular: meditar y pasarse a la respiración consciente activa el sistema nervioso parasimpático. Este induce a reducir la secreción de cortisol, la hormona del estrés. Este neurotransmisor es el responsable de que estemos en guardia ante un peligro, por ejemplo, una reunión con ese cliente tan quisquilloso. Pero también inhibe el apetito sexual.
Así que ir todo el día acelerada, te predispone a estar irascible y sin ganas. Un poco de meditación te aporta la calma que, con suerte y buena compañía, será el preludio a una más que satisfactoria tempestad.
6. Mejoras tus orgasmos
Pocas cosas tan tristes como terminar el acto y quedarte igual que estabas. Y no siempre es culpa del contrario. Varios científicos norteamericanos han demostrado en laboratorio lo que las mujeres ya intuíamos: cuando vas como una moto, o no llegas al orgasmo o tu clímax no pasa de ramplón. La culpa, una vez más, es del cortisol que bloquea ese instante de gozo máximo. Medita, reduce tu estrés, dale tiempo al tiempo… y disfruta.
7. Estarás de buen humor
No eres un monje ascético, siempre serio y cariacontecido. Si te quitan un peso de encima, como sucede al meditar, mejoras tu ánimo. Un estudio danés comprobó que tras una sesión de yoga nidra (una de las prácticas de meditación tántrica más profunda) aumentaban hasta un 65% los niveles de dopamina, una de las hormonas responsables de la felicidad. Y la gente contenta está más abierta a un sexo placentero.
8. Duras más
Y te apetece repetir. Si estás disfrutando, te sientes descansada y de buen humor, no solo lo das todo en la cama (o donde surja). También intentas prolongar el momento todo lo posible. Así que, ya sabes: medita y pon a meditar a tu colega de escarceos sexuales.