Partir de la idea de que nadie nos pertenece y construir con empatía y sinceridad. Estas son algunas de las claves para tener una relación sana y próxima con nuestra pareja. Pero no siempre ocurre así. Solo hay que prestar atención a cómo los celos, la desconfianza y el control son ingredientes que pueden estropear una relación. Con ellos llega la inseguridad, la falta de autoestima y esa manera tóxica de relacionarnos con los demás que en lugar de acercarnos a nuestra pareja nos aleja cada día más.
Para enfrentarnos a los celos primero se trata de un ejercicio de introspección. Ser conscientes de qué sentimos, por qué lo sentimos y en consecuencia actuar para que la relación de pareja crezca de una manera equilibrada sin dejar espacio al control. Porque ese control solo implica rechazo y lejanía. Sin embargo, ¿sabemos diferenciar entre los celos fruto de cierta desconfianza y los celos patológicos que llevan inscritos con ellos la ansiedad y la obsesión contante?
El control solo implica rechazo y lejanía
Si algo hemos ido aprendiendo con el tiempo es que el amor no está hecho para sufrir. Sin embargo, en ocasiones nos vemos envueltos y envueltas en relaciones que indican lo contrario. Y no se trata de un conflicto puntual, sino que son conductas tóxicas que se repiten en el tiempo. Es el caso de los celos patológicos. Patricia Ramírez y Silvia Congost lo definen como 'celopatía' en su libro 'Diez manera de cargarte una relación de pareja': "Se trata de personas que, debido al desorden psicológico que padecen, son extremadamente posesivas, y por lo general presentan un perfil de maltratadoras".
¿Desconfianza justificada o celos patológicos?
Sin duda, cómo indican las psicólogas especializadas en dependencia emocional, los celos patológicos son aquellos a los que más atención hay que prestar. Sus consecuencias pueden ser muy grandes, generando en la persona que los sufre una gran angustia, ansiedad y baja autoestima. Pero también existe el control y los celos que de una manera rutinaria van calando en una persona y, aunque no son obsesivos, influyen en la relación de pareja.
Muchas veces esta desconfianza es fruto de una situación que de verdad requiere revisión. Es el caso de muchas mujeres y hombres que comienzan a ver compartimientos extraños en sus parejas. Nuevos horarios, prisas, ocultación de determinadas cosas... en este caso los celos se activan frente a un estímulo real de que algo está ocurriendo. Para estas situaciones las psicólogas recomiendan, mucho antes de caer en una espiral descontrolada de celos, hablar con la pareja y ver qué está ocurriendo. Solo con esa confianza se podrá detectar si realmente hay una tercera persona.
Al final, lo único que sana es aceptar lo que hay, aunque no nos guste en absoluto
Existe también el lado de aquellas personas que, incluso siendo infieles, hacen sentir al otro o la otra que está paranoico y que debe pedir ayuda. Es como evadirse del problema proyectándolo en la otra persona y esto, sin duda, tampoco ayuda. Descubrir que alguien nos está siendo infiel es doloroso. Hay quien necesita verlo con sus propios ojos para creerlo. De hecho, como indican las autoras, "en ocasiones preferimos el autoengaño a la realidad, porque duele menos una mentira piadosa que la brutalidad de un hecho imborrable". Al final, lo único que sana es aceptar lo que hay, aunque no nos guste en absoluto.
Pero las personas que tienen celos, ¿por qué actúan así? ¿Qué causa ese exceso de control y desconfianza? Son varios los motivos que nos pueden llevar a incluir este tipo de actuaciones en nuestra conducta. Entre ellos destacan la baja autoestima, los referentes tóxicos, las experiencias traumáticas o la celotipia, es decir, los celos patológicos fruto de una alteración psicológica.