¿Hasta dónde llegan los límites en una pareja? O más concretamente, ¿qué es engañar? Son numerosas las dudas que pueden asaltarnos cuándo no sabemos si realmente el comportamiento de nuestra pareja es el adecuado o si está siendo infiel. Pero, ¿cómo diferenciar un coqueteo de una infidelidad? Y en la era de las nuevas tecnologías donde las posibilidades de encontrar personas se multiplican ¿chatear es engañar?
Cada pareja establece una serie de normas y acuerdos que de una manera más libre o constreñida definen el tipo de relación. Hoy en día las opciones son muchas. La monogamia no es la única alternativa y el poliamor o las relaciones abiertas cada día ganan más adeptos. Pero como todo, requieren de un acuerdo mutuo entre las personas que intervienen. Y hay ciertas normas que no se pueden pasar por alto cuando pretendemos tener una relación sana basada en la confianza y el cuidado. Porque los celos y el control, desde luego, no llevan a ningún punto en común.
'En el dilema de la pareja. Una nueva mirada acerca del amor y las relaciones', la psicoterapeuta Esther Perel también nos da más claves para comprender qué es engañar, una definición que como la autora indica es de todo menos fija.
"La era digital ofrece una gama de encuentros potencialmente ilícitos en perpetua expansión"
Volvamos a la pregunta central: ¿Chatear es engañar? ¿Qué hay del sexting, ver pornografía, mantenerse activo en aplicaciones de citas, pagar por sexo, seguir en contacto con alguna expareja? Lo importante en cada uno de los casos, lo que de verdad nos remite a que hay sentimientos y que el comportamiento de la otra persona nos influirá, es que una persona se siente traicionada por la otra. No hay vuelta de hoja. Y ahí comienza no solo el drama, sino la necesidad de atajar el problema y dar con el cómo ha ocurrido y por qué.
Con las conexiones de esta era, las posibilidades para coquetear son interminables. Tinder, Grindr, Meetic, Badoo... Solo si escribimos "aplicaciones para ligar" en nuestro buscador nos encontramos con más de 3 millones de resultados, lo que nos indica que las opciones son infinitas y que además hay personas que lo están buscando. A todas horas se investiga, se chatea, se busca hasta dar con ese punto de anhelo y deseo que quizá la pareja no puede ofrecer. Y ahí, en ese secretismo, ¿hay engaño?
Hoy en día todos y todas tenemos un móvil inteligente que nos permite sentirnos dueños, o al menos en una falsa apariencia de poder, de que el mundo es nuestro y de que está tras la pantalla esperando a que lo descubramos. Es en la red donde no solo podemos encontrar al amor de nuestra vida sino fantasear con la idea de sentirnos deseados, de desear y ser vistos de una manera que nuestro entorno no puede vernos. Somos otros y otras y ese poder es únicamente de la red, además de la apariencia.
"Ya ni siquiera necesitas salir de tu casa para engañar. Actualmente puedes tener un affaire mientras tu pareja se acuesta en la cama junto a ti". Con el término affaire la autora hace referencia a esa relación amorosa o sexual que no implica compromiso y que por lo tanto está fuera de los límites de la pareja. Pero, una vez más volvemos a la idea de: ¿dónde están los límites?
"Internet ha hecho al sexo accesible, pagable y anónimo", como señala el investigador Al Cooper. Además hay que añadirle otra palabra, la ambigüedad, el que todo sea tan difuso que sea complicado establecer normas o límites cuando algo está tan fuera de nuestro alcance primario.
"Lo que está claro es que todas las caracterizaciones de la infidelidad moderna involucran la noción del incumplimiento de un contrato entre dos individuos"
Por tanto se trata siempre del tipo de contrato establecido con la pareja. No existen unas normas fijas. El núcleo de la traición actual es una violación de la confianza. Esperamos que nuestra pareja actúe de acuerdo con un conjunto de suposiciones compartidas y basamos nuestro propio comportamiento en estas. Suena fácil pero la idea va más allá. El solo hecho de llamarles acuerdos quizá ya complica las cosas. Se trata de un prueba y error en el que las parejas van estableciendo límites y estos deben estar marcado por el respeto y la confianza mutua: lo que dejamos dentro y lo que se queda fuera.
Para la psicoterapeuta Esther Perel, podemos decir que la infidelidad incluye uno o más de estos tres elementos constitutivos: secretismo, alquimia sexual e involucramiento emocional.
Un affaire siempre vive en la sombra de la relación primaria, esperando no ser descubierto. Este secretismo le dota de una gran carga sexual y es indicador de que la cosa va más allá. Por ello, antes de llegar a ocultar posibles sentimientos o atracción hacia terceras personas es necesario hablar con la pareja e incluso reformular el tipo de relación. Antes de que la pareja engañada descubra los secretos y las consecuencias emocionales sean ya devastadoras.
La alquimia sexual es un término que la autora elije en vez de usar "sexo" porque prefiere una definición de sexualidad que incluya "un entendimiento más amplio de la mente erótica, el cuerpo erótico y la energía erótica". La aventuras, las alquimias, hay que aclarar que a veces incluyen sexo y otras no y no por eso dejan de ser una infidelidad. Como Marcel Proust entendió, es nuestra imaginación la que es responsable del amor, no la otra persona. Sentirse deseado, desear, jugar a intentarlo y otros comportamientos de coqueteo son alquimias que nos activan sexualmente y que por lo tanto marcan una diferencia inevitable respecto a la relación primaria.
Más allá de esto, lo que es evidente según explica la psicoterapeuta es que si algo mantiene vivo el espíritu de una pareja es el misterio. Al reconocer que no son dueñas de la sexualidad de la otra persona esto dota de fuerza a la pareja, le da libertad incluso para disfrutar de una masturbación individual y sana. Pero como todo, esto requiere confianza y dialogo.
El involucramiento emocional es el tercer elemento que puede desempeñar un papel en la infidelidad. No hay romance que no contenga una cierta carga emocional. Encuentros y cercanías, confesiones, recuerdos... también en esa tercera persona se dan elementos emocionales. No son aventuras simplemente sexuales, sino que hay un involucramiento emocional que no se puede pasar por alto y que implica cambios en la pareja.
Al final, como ya vemos, todo depende del acuerdo establecido en la pareja. Y aunque hay ciertos elementos que no se deberían traspasar, la norma base es escucharse: a una misma y a la pareja. Saber que se necesita en cada momento, comprender nuestra sexualidad y sobre todo respetar los sentimientos del otro o la otra. Solo la traición y los engaños harán que la confianza erigida se desvanezca. Y esto se aplica también a las redes sociales y el universo digital dónde también debemos estar atentas al tipo de relaciones que tenemos. Se trata de chatear, pero, ¿cómo? ¿hasta que punto? La pregunta vuelve a quedar en el aire. O mejor dicho, en el lado de los y las que tejen su propia relación con respeto y empatía.